A pesar de tener nombre de
santo no es ninguna
ermita: es un bello lugar que tiene manantiales de
agua termal y que se encuentra a quince minutos, caminando por la
carretera que nos conduce al
pueblo vecino de
Cihuela. En Sanroquillo alguien tuvo la
feliz idea de construir una pequeña casilla en lo alto de unas tobas que fueron formadas por las
aguas hace un millón y medio de años.
El paraje es encantador y se puede comparar a un pequeño paraíso (por lo menos en poesía que se exagera un poco). Yo he querido hacer volar mi imaginación y dedicarle los presentes versos, que incluyen en su descripción alguno de los parajes próximos y que iremos encontrarnos en nuestro
paseo matinal, por ejemplo.
SANROQUILLO
Sanroquillo no es un santo
ni grande ni pequeñillo.
Sanroquillo es un
paisaje
natural y muy bonito.
Encontrarás este oasis
si vas por la carretera
a media legua de
Deza
y a tres cuartos de Cihuela.
Pero no vayas en
coche
para poder disfrutar
de esta encantador paraje
que debes de visitar
y gozar del agua pura
que mana entre los zarzales
entre las peñas y juncos
higueras y otros frutales.
Y beber de aquella
fuente
que se mete la cabeza
saliendo en agua entre hierbas
y hay que hacer la reverencia.
En ese mismo momento
podrás mirar tu nariz
en el
espejo del agua
al agachar tu cerviz.
Y ese ruido cristalino
del chorro que cae abajo,
con las burbujas que forma
en ese pequeño charco,
te hará sentirte feliz
y al levantar la cabeza
quedarás maravillado
de tanta
naturaleza
que contemplando tus ojos
te deja el alma serena
desconectando los hilos
de la vida tan compleja
que se vive en la ciudad
que corres y siempre corres
a todas horas del día,
sin saber a donde vas.
.........
A cuatro pasos del pueblo,
si sigues por el
camino,
te encontrarás la casita
que hiciera Don Saturnino.
Y pasear por un
valle
que se llama del Henar
donde el hombre primitivo
ya escogió para habitar
entre moles de esas
piedras
que llamarán tu atención
y que la Peña del
Manto
merece un cuadro de honor.
Y el Vallejo, que de viejo
está perdiendo sus muelas
y nada crece ya el él
sino unas pocas nogueras
testimonio de que en tiempos
también aquello fue Edén
por las aguas de la fuente
que regaba aquel vergel
donde corrían ardachos
y culebras a granel.
En lo alto de los riscos
el gavilán y el mochuelo
tenían allá sus
nidos
para criar sus polluelos.
Uno aprovechando el día
para ver lo que cazaba
y otro velando la
noche
para que nada escapara.
Si tu sigues adelante
yendo por la carretera
tendrás que fijar tu vista
en esas redondas piedras
que formaron las
cascadas
y que hoy ya no las riegan
perdiéndose aquel encanto
de la
lluvia que cayera
dejando la cal prendida
en la pared y en la
cueva
que como boca sin dientes
apagar su sed espera.
La casilla vigilante
desde el cerro nos contempla
y semejando una ermita
Sanroquillo le pusieran
dando nombre a este lugar
que es famoso ya por fuerza
y que quizá, aquí el Edén,
en otro tiempo estuviera
porque tanta maravilla
es imposible que hubiera
en un
jardín terrenal
donde Adán vivió con Eva
disfrutando las manzanas
debajo de las nogueras
y aprovechando el follaje
para esconder sus vergüenzas.
Vicente.