Un
paisaje de
Deza que cambia de la
noche al día, todo dependiendo de la
lluvia. En años lluviosos, al aumentar el nivel del acuífero subterráneo, brota espontáneamente el
agua del interior de la
montaña y animada por la pendiente que la separa del
Río Henar, forma gran cantidad de
cascadas, no muy altas; pero muy alegres y cantarinas. En cambio en años como el presente, extremadamente seco, el lecho permanece reseco y silencioso en espera de mejores tiempos. Un abrazo Deza.