A MI MADRE VIRGILIA
Todos los que hemos tenido la suerte de conocer a la madre, sabemos que nada se puede comparar con ella, ya que una madre es única. Yo en estos momentos, aunque me siento capaz de hacerlo, no voy a contar las excelencias de ésta mujer maravillosa.
Sólo me he propuesto hacer un pequeño verso, dedicado a Virgilia que fue el nombre de la mía y que nos abandonó el 15 de Enero de 1999; pero que sigue viva en mi corazón y en recuerdo y estoy seguro de que en el más allá, tiene la VIDA verdadera.
Aunque la poesía vaya dedicada específicamente a mi madre, tengo que decir que de hecho es un
homenaje a todas y cada una de las madres del mundo entero. Por lo tanto también a la tuya y quizá a ti que puede ser que también lo seas.
A mi madre querida
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Cuando pienso en ti
madre querida
mi corazón presiente
que tienes vida.
Recordando tu cara
tan guapa y linda
siento que el alma entera
se me ilumina.
Al igual que aquel niño
que tu querías
yo sería pequeño
toda la vida.
En tus rodillas, madre
me sentaría
y chupando en tus pechos
me dormiría.
¡Qué
feliz yo estaría
en tu regazo
observando tus ojos
desde allá abajo!
Sentiría latidos
de un corazón
y tendría seguro
de un gran amor.
Soñaría mil cosas
de mil
colores
y te haría coronas
con muchas
flores.
Sin recelos ni penas
ni traiciones
tu serías la reina
de mis amores.
………………
Pero todo ha pasado
y te vi muerta
mis ilusiones rotas
en tu presencia.
Tu cuerpo estaba frío
y amortajado
aquel quince de Enero
tan desgraciado.
Parecías dormida
y así lo estabas
pero el sueño era eterno
al volar tu alma.
Tu cuerpo estaba yerto
bien lo indicaba
y tu rostro de cera
lo confirmaba.
Te llevamos en hombros
al camposanto
y te enterramos dentro
a cal y canto.
Una gran multitud
te dio el adiós
y tu cuerpo helado
allá quedó.
Estarías ya a solas
con tu marido
y no tendrías miedo
al estar contigo.
Todos marchamos
con caras largas
ya no estarías nunca
en nuestra
casa
De la
puerta Cihuela
y el callejón
con el número trece
sobre el portón
Donde tu habías puesto
tanta ilusión
con aquel buen esposo
que se murió
y aquellos cinco hijos
fruto de amor
y otros dos que volaron
estando en
flor:
Valeriana era una
la otra Emiliana
que abrazaste aquel día
tan de mañana.
Esperándote estaban
junto a tu cama
esos dos angelitos
haciendo guardia
En el nicho descansan
junto a su mama
y en
cielo la míman
con toda el alma.
Vicente González Aleza