Esta parra ha pasado el
invierno revestida con sus sarmientos pelados de hojas; pero al llegar la
primavera y empezar a mover su sabia, que es lo mismo que la sangre de sus venas, se tiene que podar, tal como se ve en la presente
fotografía, con el fin de que despues de un lloriqueo con sus lagrimitas y todo, comience una nueva etapa revistiéndose con su verde ropaje y termine con la donación de sus
frutos que serán seguramente el sustento de los gorriones y de los tordos que no dejaran ni un momento de vigilar el envero. Porque serán ellos, al fin y al cabo los amos y para el que la podó se quedará con los racimos pelados. Es así la vida...
Buenos días y un abrazo.