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Canalón, DEZA

Por fin llegaba el día de la matanza. Por la mañana, muy temprano, todos los hombres de la casa “se echaban unas copitas de aguardiente”, que se tenía guardado especialmente para ese día y que, como casi todo en aquella época, se había elaborado artesanalmente. Con eso y unas pastas, todos muy contentos se dirigen al cortijo a por el cerdo, los hombres con cuchillo y gancho y las mujeres con un cubo y el pan preparado la noche anterior.
Entre todos consiguen tumbar al cerdo en un banco aparente...
Mientras se freía la cebolla que se había preparado la noche anterior, y se picaba la manteca ya fría en trocitos muy pequeños. Cuando el arroz había embebido todo el agua, se echaba en una artesa o un recipiente grande y así se mezclaba la cebolla, ya frita, la manteca y especias que dependían del gusto de cada uno, pero que normalmente eran: cominos, canela, pimienta, pimentón, orégano y una machada de ajo, y lo más importante: “la sangre”, que estaba guardada en la despensa desde la mañana. Todos...