Cada año que se comía el toro en la plaza, de esto ya hace muchas décadas, estaba el Fonso de la Milagros que se subía a la cancela de la Fuente de la Plaza y desde allí echaba siempre el mismo sermón, que seguramente se lo aprendería en la mili. Era un poco picantillo y creo que era el tintorro el que le ayudaba a declamarlo. Había algunos que lo aplaudían y otros que le silbaban; pero lo curioso es que al año siguiente, pues él estaba preparado otra vez y ya se esperaba su aparición. Recuerdos de Deza.