En la puerta que se ve tocando el hombro de la tia Mäxima, había en los años treinta una tienda a estilo de una droguería en donde vendían de todo. Yo recuerdo haber comprado allí pirulís y barquillos y a mi padre probándose unas alpargatas blancas con suela de goma. Era el calzado de fiesta en aquellos tiempos. Si os fijáis un poco, en el trozo de película del año 1934, se ven a todos los hombres con alpargatas, camisa blanca y boina. Si hacía calor la chaqueta la llevaban al hombro. Por cierto que un día que metí con las alpargatas, con las mías claro está, en el cequión de la Puerta Cihuela y se volvieron negras con el tarquín. Las quise lavar para que no lo notasen en mi casa; pero imposible: La bronca y la caricia de mi madre en salvas sean las partes, no me las pude librar. Aún resuenan en mis oidos aquellas palabras de reproche. "A qui se le ocurre meterse con las alpargatas recien estrenadas al cequión". Lo lógico es que fuera a mí, que era su hijo. Un recuerdo al amor de aquella mujer: mi madre y un abrazo para Deza.