Ahora que nombras amiga C la tortilla de pan, me viene a la memoria que desde que salí del pueblo hace bastantes décadas, no la he vuelto a comer nunca jamás y no se por qué. Quizá es que por el mundo que me ha tocado correr no la deben de conocer. Tengo grabado en la cabeza que sabía a gloria, tanto fría como caliente y que la madre nos la echaba a la pieza, incluso en la merienda o sea en la fiambrera. Lo que he dejado de probar también han sido aquellas piezas de adobo de todas clases que hacía la madre. ¡Vaya costillas, lomos, chorizos...!La verdad es que no he pasado hambre a Dios gracias desde que salí de Deza; pero aquellos sabores tampoco he tenido la suerte de encontrarlos. Un abrazo.