Cuántas generaciones de dezanos se han postrado a los pies de este crucifijo tan peculiar. El color de su talla está oscurecido por el humo de las velas, testigo de la devoción del pueblo que lo eligió por patrono. Cuánta fé, cuánta esperanza y cuántas lágrimas al implorar la lluvia, sanar de una enfermedad, cuidar del hijo que se va a la mili o que se casa en su camarín. Cuánta alegría en su fiesta y como le damos gracias cuando salen las cosas bien. Es el símbolo de deza y lo primero que vemos al entrar en la monumental iglesia. Que él nos ayude. ¡¡¡viva deza!!!