En los pueblos y sobre todo en el nuestro de Deza, nos veíamos unos a otros en las faenas de la era y a veces sentíamos celos de aquel vecino que sacaba la faena mucho más deprisa que nosotros. O criticábamos aquel otro pobrecillo que apenas se notaba su quehacer a pesar de que no paraba. Hacía mucho el tener buenas mulas, jóvenes, y ligeras que arrastraran un buen trillo de peso. En cada pasada que hacían se veía el efecto de ésta herramienta, mientras un trillo desgastado y pequeño pasaba mil veces por el mismo sitio sin apenas hacerle cosquillas a la parva. Un abrazo del abuelo.