Parece mentira que una gallina que es un animal asustadizo se convirta en una pequeña fiera cuando es llueca y está criando sus polluelos. Igual se enfrenta con una persona que con un perro o gato que se acerque a sus hijitos. Y es que la naturaleza a dotado a todas las madres de ese instinto tan maravilloso de la conservación de la especie. Un día ví a una perdiz que también es de la familia de las gallináceas, ahuecar las plumas y pacerer el doble de lo que era, al pasar yo cerca de sus polluelos, con objeto de que yo me espantara de su aspecto. ¡Qué cosas más maravillosas nos enseñan los animales...! Un abrazo a Deza, que fue la clueca que nos amparó en nuestros años de niños. El abuelo.