Cuando en invierno estábamos acurrucados en el hogar de la cocina al calorcillo de la lumbre, pues la verdad, es que daba mucha pereza irse a la cama ya que estaba helada y tu estabas calentito. Por eso la madre, no siempre, pero muchas veces sí, cogía el calentador que vemos en la foto y echándole en el interior unas ascuas se iba hacia la cama y nos avisaba de que fuésemos corriendo que ya estaba lista. La verdad es que era un cielo meterse entre esas sábanas calentadas con tanto cariño. Y los dos o tres crios que nos juntábamos a la vez, nos quedábamos fritos enseguida puesto que todo el día no lo habíamos pasado corriendo y ya toda la noche la teníamos ya para descansar, sin regullir. Un saludo dezanos.