Este es el botijo común, el que todo el mundo conoce. Tiene un pitorro para beber, con el que puede hacer la rana mientras bebes y otra abertura , como si fuese un embudillo, por el que se llena de agua en el chorro del grifo de la fuente. Los botijos de Deza pesaban poco al ser el casco muy fino aunque no por ello menos resistente. Era debido al buen material. Tambien recuerdo que hacían el agua muy fresca. A pesar de tener alfar en nuestro pueblo, también se podían comprar botijos de otras "latitudes", que traían cacharreros de fuera; pero lo normal es que fuese mercancía del pueblo lo que se consumiese entre los vecinos. Si se te rompía, (pues tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe), echabas un paseo a La Taranzana y lo escogías a tu gusto, entre cientos, en el almacen. Todos eran piezas únicas e irrepetibles pues cada uno se hacía como salía sin tener patrón a mano. ¡Quién pudiera tener ahora, un ciento por lo menos para admirar sus formas y sus colores...! Este abuelo... Un beso dezanas.