Contemplando la foto del viejo trillo, me trae los recuerdos de aquellos años, lejanos en el tiempo, pero frescos en mi memoria. Me da un poco de tristeza, cuando paseo por el pueblo, verlo casi todo deshabitado. Paso por la placita del corrillo otrora llena de voces, sonidos, aromas y flores y ahora vacía. Doce o trece casas deshabitadas, igual que el resto del pueblo. Ahora solamente se oyen- como dice rodrigo caro en su poema sobre itálica-, el silencio mudo que mira tan confuso lo presente, que voces de dolor el alma siente...pero no fué némesis quien acabó con la hegemonía, sino la diáspora, la maldita dispersión que nos hizo abandonarlo buscando un mundo más o menos mejor. Julio llamazares narra la historia de ainielle, un pueblo del pirineo en su libro "la lluvia amarilla"; pero en deza todavía queda mucha vida.