Es cierto. ¡qué ambiente daban a la misa del gallo los pastores auténticos!. Todavía recuerdo sus nombres y como los monaguillos les instruíamos del momento en que debían de pasar el misal, acercar las vinajeras o hacer una reverencia mientras curioseábamos el contenido del zurrón. No podían asistir a misa en todo el año, pero eran los primeros- como dice el villancico -, que adoraban al niño mientras emiliano, el sacristán, atacaba el órgano y todos cantábamos villancicos. Recuerdos nostálgicos de celebraciones que unian al pueblo.¡¡¡!!!