Todo el paisaje que estás viendo y que son rastrojeras en la vega de Deza, antaño fueron huertas plantadas de remolacha azucarera. En nuestro pueblo, en los años cuarenta del siglo ya pasado, se llegarona recolectar 4.000 toneladas de esta planta quenopodácea. Y había trabajo para grande y pequeños puesto que todos de la casa cooperábamos de una manera u otra. El padre preparaba con esmero el terreno y hacía los surcos para que la madre y los chicos dispusieran la semilla en los ellos, levemente tapada por la tierra que la acogía dispuesta a que fructificara en sus entrañas. Venía el entresacado y la reposición de los fallos y la primera cavada amorosa en la había que respetar con esmero todas las plantitas. Cuidar el agua (quizá pasando noches debajo de una manta en el duro suelo) y el regado reparador de una sequía provocada por el fuete sol del verano. Al llegar los frios días de diciembre, casi siempre con duros hielos, extraerla de la helada tierra y amontonarla para proceder a la limpieza de sus hojas que serían pasto para el ganado. Nadie que no haya pasado por la fase última, tendrá idea del frío de sus dedos, que nunca sabías sin mirar tus manos si estaban en su puesto o en los montones, ya listos para el transporte. Dícen que el, la azucar es dulce...Buen domingo y un abrazo.