En primer lugar quiero entonar mi requien por el gallo blanco que servía de despertador, en sus estancias en Deza, a nuestra amiga C y también a todo el Barrio del Olmo. De verdad que la proximidad y la misma Navidad es proclive a dejar los gallineros, yo diría que viudos. Viudos porque se quedan las gallinas sin amo y señor. Pero tampoco es de todo cierto lo que he dicho puesto que aquel gallito al cual, el kikirikí no le salía del cuerpo, ocupará el puesto vacante, quizá después dehaberlo disputado valiéntemente, en luchas contínuas con su predecesor. Es ley de vida. Lo mismo que era ley de vida que las "cortes" de nuestros pueblos quedaran vacías porque se habían sacrificado sus moradores: Ya sabéis...si lo digo no salgo en el foro, así que a pensar que es muy fácil. Precisamente en estos tiempos de frío los sacrificábamos en la puerta de nuestras casas, para en pocos días, tener el granero ocupado con lomos, paletillas, jamones, morcillas y con la terriza llena de chichorretas salpimentadas con las que llenar los ricos chorizos (previa degustación de una satenada que era gloria pura). Una delicia que nos llenaría la cocina durante una temporada, de unas varas, que como dice la canción de antaño, eran las pantorrilas de la Tarara y en la el abuelo siempre se manchaba la "guáina" al pasar... Un abrazo.