Me decía una persona, a la que aprecio, que los de la capital cuando estábamos en el pueblo estábamos encantados, pero luego durante el resto del año, no nos acordábamos de los que viven habitualmente en él. Cuando no estamos, sin llegar a la morriña que caracteriza a los gallegos puesto que, en mi opinión y según mantiene mi madre, los dezanos tenemos el carácter como el clima, una mentalidad práctica como buenos castellanos y como buenos aragoneses, nobles y si decimos que metemos la cabeza por ahí la metemos, echamos de menos el poder estar en el pueblo. Me uno a la opinión del comunicante de Madrid, Madrid está insoportable. La soledad que se respira en el pueblo (no es lo deseable cuando no se tiene alternativas) es precisamente la que proporciona la oportunidad de poder pensar, relajarte, cargar energía (como el móvil, que lo hace curiosamente dejando de ser móvil).Esto es lo que, en este torbellino de ofertas y alternativas de ocio que ofrecen las ciudades, se vende como artículo de lujo. Una vez más cuando se tiene algo no se valora. Claro que nos acordamos de Deza, y de la posibilidad de hacer tertulia en un entorno de lujo. Con cariño, C.