Las nevadas que caen ahora por nuestro pueblo son una simple pintura comparadas con las que caían hace tan sólo sesenta años atrás. Aún perdura en la memoria de las viejas gentes, aquella en la que el médico de nuestro pueblo salió al vecino pueblo de La Alameda a visitar a un enfermo grave, con su caballo, cosa muy habitual en aquellos tiempos. A la vuelta se le echó a nevar y estuvo dando vueltas sin saber donde se encontraba, completamente perdido porque la nieve había cubierto todo y no se veía ni un solo punto de referencia. Así que se apeó del caballo y se puso a andar. Cuando llevaba un rato caminando se le había puesto un pegote de nieve en el tacón de las botas el cual molestaba para andar, así que al ver un trozo de hierro que sobresalía en aquel lugar, aprovechó la ocasión para limpiarlo, cuando de pronto se dio cuenta que era la veleta de la torre de Deza. La reconoció por el gallo que vio al escarbar un poco más hondo. El resto os lo podéis figurar ya que quitando un poco más de nieve, entró en la torre por el campanario y salió a la iglesia. Haciendo un túnel por toda la calle y atravesando la plaza regresó a su casa en donde encontró a su familia toda preocupada por lo que le podía haber ocurrido. Se abrazaron y todos tan felices...
Un abrazo.
Un abrazo.