Santoral
San Abercio.
Santas Alodia y Nunilo, vírgenes y mártires de la España medieval.
San Benito de Macerac, muerto en 845.
San Bertario de Monte Cassino, mártir italiano del siglo IX.
San Donato de Fiesole, santo irlandés obispo de Fiesole, Italia; maestro y poeta, muerto en 876.
Santa María Salomé, o simplemente Salomé, discípula de Jesús de Nazareth, una de las tres Marías que, conforme al Nuevo Testamento, presenciaron el sepulcro vació el día de la Resurrección de Jesús.
San Melonio, legendario obispo de Rotomagus (hoy Ruan) de finales del siglo III y principios del IV
San Felipe de Fermo, obispo de Fermo, murió mártir durante la persecución de Aureliano en el 270.
San Verecundo.
San Abercio.
Santas Alodia y Nunilo, vírgenes y mártires de la España medieval.
San Benito de Macerac, muerto en 845.
San Bertario de Monte Cassino, mártir italiano del siglo IX.
San Donato de Fiesole, santo irlandés obispo de Fiesole, Italia; maestro y poeta, muerto en 876.
Santa María Salomé, o simplemente Salomé, discípula de Jesús de Nazareth, una de las tres Marías que, conforme al Nuevo Testamento, presenciaron el sepulcro vació el día de la Resurrección de Jesús.
San Melonio, legendario obispo de Rotomagus (hoy Ruan) de finales del siglo III y principios del IV
San Felipe de Fermo, obispo de Fermo, murió mártir durante la persecución de Aureliano en el 270.
San Verecundo.
Una reflexión sobre el santoral.
En nuestro país, sobre todo en el mundo rural y creo que más en Castilla, aunque no exclusiva de nuestra tierra, ha existido hasta no hace muchos años la costumbre de bautizar a los hijos según el santoral del día. No en todas las familias, por supuesto, pero ha sido una tradición bastante arraigada, consecuencia de nuestra cultura de siglos. En otras partes de España se optaba por bautizar a los hijos con el nombre de los abuelos, alternando los paternos y maternos, lo que originó más de una discusión familiar por supuestas sensibilidades heridas, en más de una ocasión. A consecuencia de esto, en algunas familias se repetían los nombres hasta la saciedad. He conocido familias en que, para más inri, el abuelo y la abuela tenían el mismo nombre: Antonio y Antonia, por ej. y no veas la cantidad de nietos con estos nombres, lo que obligaba a especificar: el Antonio de la tía Luisa, o el Antonio del tío Pedro, o el Antonio de Zaragoza (donde había marchado a vivir).
Volviendo al santoral, la decisión de bautizar con el nombre del santo (o santa) del día, ha hecho llenar el registro civil de nombre rarísismos. No hay más que darse la vuelta por nuestros pueblos. Hoy día -mirad el santoral- a alguien se le ocurre ponerle a un hijo Abercio, Melonio o Verecundo y corre el riesgo de que en cuanto el retoño es capaz de empuñar un objeto contundente cometa un parricidio. Y a ver qué juez condena al infante, y encima si es menor.
En nuestro país, sobre todo en el mundo rural y creo que más en Castilla, aunque no exclusiva de nuestra tierra, ha existido hasta no hace muchos años la costumbre de bautizar a los hijos según el santoral del día. No en todas las familias, por supuesto, pero ha sido una tradición bastante arraigada, consecuencia de nuestra cultura de siglos. En otras partes de España se optaba por bautizar a los hijos con el nombre de los abuelos, alternando los paternos y maternos, lo que originó más de una discusión familiar por supuestas sensibilidades heridas, en más de una ocasión. A consecuencia de esto, en algunas familias se repetían los nombres hasta la saciedad. He conocido familias en que, para más inri, el abuelo y la abuela tenían el mismo nombre: Antonio y Antonia, por ej. y no veas la cantidad de nietos con estos nombres, lo que obligaba a especificar: el Antonio de la tía Luisa, o el Antonio del tío Pedro, o el Antonio de Zaragoza (donde había marchado a vivir).
Volviendo al santoral, la decisión de bautizar con el nombre del santo (o santa) del día, ha hecho llenar el registro civil de nombre rarísismos. No hay más que darse la vuelta por nuestros pueblos. Hoy día -mirad el santoral- a alguien se le ocurre ponerle a un hijo Abercio, Melonio o Verecundo y corre el riesgo de que en cuanto el retoño es capaz de empuñar un objeto contundente cometa un parricidio. Y a ver qué juez condena al infante, y encima si es menor.