He leído con interés una síntesis de los recuerdos y vivencias del Dr D Rafael Cano por los pueblos del norte de la provincia durante los años sesenta.
Yo nací a mediados de los cuarenta y comprendo al autor en cuanto a las calamidades y miserias que pudo ver en aquellos pueblos, algunos ya desaparecidos, afortunadamente no es el caso de Deza que siempre disfrutó de una boyante agricultura. He asistido por medio de la empatía a sus visitas por los pueblos, he entendido la idiosincrasia de esa gente y me he estremecido con los suicidios. Sin embargo la vida de entonces era muy dura para todos: para el médico que tenía que asistir y trasladarse a esos pueblos, como en este caso, a caballo, soportando aquellos inclementes horajes; para el labrador, que trataba de arañar la tierra a fin de conseguir un pedazo de pan para sus hijos, y para el pastor que pasaba su solitaria vida en el monte expuesto a la intemperie y, en ocasiones, a los lobos. Claro, que el médico entendía la desgracia de esa gente porque él conocía la diferencia de vida, primero en su Alicante natal y en cuantos lugares había vivido, sin embargo, los pobres aldeanos no se quejaban por considerar que ésta era la única manera de vivir, porque así entendían la vida.
Es cierto que el médico lo pasaba mal, pero los paisanos no lo pasaban mejor que él. Yo entiendo que, aún comprendiendo el sacrificio y la dedicación del médico, la vida, efectivamente, era difícil para todos.
Un saludo
Yo nací a mediados de los cuarenta y comprendo al autor en cuanto a las calamidades y miserias que pudo ver en aquellos pueblos, algunos ya desaparecidos, afortunadamente no es el caso de Deza que siempre disfrutó de una boyante agricultura. He asistido por medio de la empatía a sus visitas por los pueblos, he entendido la idiosincrasia de esa gente y me he estremecido con los suicidios. Sin embargo la vida de entonces era muy dura para todos: para el médico que tenía que asistir y trasladarse a esos pueblos, como en este caso, a caballo, soportando aquellos inclementes horajes; para el labrador, que trataba de arañar la tierra a fin de conseguir un pedazo de pan para sus hijos, y para el pastor que pasaba su solitaria vida en el monte expuesto a la intemperie y, en ocasiones, a los lobos. Claro, que el médico entendía la desgracia de esa gente porque él conocía la diferencia de vida, primero en su Alicante natal y en cuantos lugares había vivido, sin embargo, los pobres aldeanos no se quejaban por considerar que ésta era la única manera de vivir, porque así entendían la vida.
Es cierto que el médico lo pasaba mal, pero los paisanos no lo pasaban mejor que él. Yo entiendo que, aún comprendiendo el sacrificio y la dedicación del médico, la vida, efectivamente, era difícil para todos.
Un saludo