Aunque en otras ocasiones anteriores había hecho referencia más o menos de pasada a estos asuntos, el primer mensaje dentro del tema de conversación "Dios nos coja confesados" era la reproducción de un artículo de Serafín Fanjul que envié el pasado 3 de octubre. El tema da mucho de sí, y podríamos extendernos durantes meses y no se agotaría, aun a riesgo de convertirlo en monográfico y cansar a los lectores de este foro. El hecho es que de lo que allí se exponìa resulta difícil rebatir por su aplastante lógica y sentido común, sentido común que parece no abunda entre algunos a quienes les corresponde tomar decisiones. España es un país con unas leyes, en estrecha relación con las de los países democráticos que todo ciudadano debe cumplir, sea de Argamasilla de Alba o de Miranda de Ebro, pongamos por caso. Pero esas leyes parece que hay que ignorarlas cuando se trata de otros no vaya a ser que vean herida su sensibilidad, faltaría más, y nos llamen xenófobos, racistas y otras lindezas. Que una señora musulmana quiera declarar con el saco puesto sin que se descubra el rostro -no sé qué haría un vigilante de seguridad de un banco si un fulano traspasase sus puertas con un pasamontañas y gabardina en pleno agosto- o que un musulmán no permita que a su señora le inyecte un enfermero en nuestro sistema sanitario y tanto a aquélla del primer ejemplo como a éste no se les ponga en su sitio -en el sitio en que nos pondrían a cualquier españolito o españolita-, tiene bemoles. La culpa no es de ellos, claro, sino de los consentidores. Y a ver quien rebate esto, lo comente Serafín Fanjul, Agamenón o su porquero.