Aparte de las tradiciones, ¿excluye esta prohibición a los "Santos" como personas que por su vida ejemplar se distinguen de los demás?. Dios nos ordena a todos ser santos. El santo es todo aquel que cumple la voluntad del Padre: "Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo" (Levítico 20.26) y así también, en el Nuevo Testamento, siempre que se menciona esta palabra se refiere a personas vivas, a todo el que se convierte a Cristo, a su pueblo santo: "a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro" (1ª de Corintios 1.2) o "Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya" (2ª de Corintios 1.1).
Si la palabra santo es sinónimo de cristiano, el día de "Todos los Santos" deberíamos estar celebrando el día de todos los que creen en Cristo. ¿Qué tiene esto que ver con la muerte?, ¿en dónde se encuentra la justificación bíblica para poder adorar a los muertos o poder interceder por ellos para que se salven una vez que ya han muerto?
Ya hemos visto que no tenemos permiso para adorar ni ponernos en contacto con muertos, por muy santos que hubiesen sido en vida; respecto a la posibilidad de orar por ellos para que se salven esto es lo que dice la Palabra de Dios: "Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Romanos 8.27). Sin embargo, la iglesia católica aduce el siguiente versículo con el que justifica esta práctica "Pero, como tenía en cuenta que a los que morían piadosamente los aguardaba una gran recompensa, su intención era santa y piadosa. Por esto hizo ofrecer ese sacrificio por los muertos, para que Dios les perdonara su pecado" (2ª de Macabeos 12.45).
Ya hemos visto que no tenemos permiso para adorar ni ponernos en contacto con muertos, por muy santos que hubiesen sido en vida; respecto a la posibilidad de orar por ellos para que se salven esto es lo que dice la Palabra de Dios: "Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Romanos 8.27). Sin embargo, la iglesia católica aduce el siguiente versículo con el que justifica esta práctica "Pero, como tenía en cuenta que a los que morían piadosamente los aguardaba una gran recompensa, su intención era santa y piadosa. Por esto hizo ofrecer ese sacrificio por los muertos, para que Dios les perdonara su pecado" (2ª de Macabeos 12.45).
Dios no puede contradecirse, no puede decir que Cristo es el que intercede por nosotros y por otro lado decir que nosotros debemos interceder por los muertos. Así, una de estas dos citas debe ser contraria a Dios. ¿Cuál de ellas?. ¿Se encuentran las dos dentro de los libros de la Biblia?
El libro de 2ª de Macabeos, del cual se deduce la voluntad de Dios de que oremos por los muertos, está incluido en los libros denominados "deuterocanónicos", no reconocidos por la tradición judía y que por tanto no forman parte de sus libros sagrados. Tampoco en el sínodo de Jamnia celebrado el año 90 D. C., se reconocen como canónicos, es decir, los libros inspirados por Dios, como son los 39 que integran el Antiguo Testamento judío. Sin embargo, si que se encuentran recogidos en la Biblia católica, aunque no recogidos desde el principio, pues se dudaba de su verdadera inspiración divina y así, en el concilio de Laódicea (363 D. C.) se prohibe expresamente la lectura de estos libros en las iglesias. Es por "San Jerónimo" por lo que conocemos a estos libros como "Deuterocanónicos", pues en su versión de la Biblia, llamada la "Vulgata", protestó la inclusión de tales libros, aunque al final cedió a dicha presión, dejándolos aparte, pues los consideró de segundo rango, a diferencia de los "Protocanónicos" o de primer rango. No fue hasta el concilio de Trento, en el año 1546, cuando supuso su definitiva inclusión dentro de la Biblia católica.
El libro de 2ª de Macabeos, del cual se deduce la voluntad de Dios de que oremos por los muertos, está incluido en los libros denominados "deuterocanónicos", no reconocidos por la tradición judía y que por tanto no forman parte de sus libros sagrados. Tampoco en el sínodo de Jamnia celebrado el año 90 D. C., se reconocen como canónicos, es decir, los libros inspirados por Dios, como son los 39 que integran el Antiguo Testamento judío. Sin embargo, si que se encuentran recogidos en la Biblia católica, aunque no recogidos desde el principio, pues se dudaba de su verdadera inspiración divina y así, en el concilio de Laódicea (363 D. C.) se prohibe expresamente la lectura de estos libros en las iglesias. Es por "San Jerónimo" por lo que conocemos a estos libros como "Deuterocanónicos", pues en su versión de la Biblia, llamada la "Vulgata", protestó la inclusión de tales libros, aunque al final cedió a dicha presión, dejándolos aparte, pues los consideró de segundo rango, a diferencia de los "Protocanónicos" o de primer rango. No fue hasta el concilio de Trento, en el año 1546, cuando supuso su definitiva inclusión dentro de la Biblia católica.