DEZA Y SU TORO (De "LA SORIA MÁGICA. FIESTAS Y TRADICIONES POPULARES" de Antonio Ruiz Vega)
Continúo reproduciendo la visión de Deza en la pluma de este soriano de pro que, a su vez, cita a este soriano ilustre que fue D. José Tudela de la Orden.
"Se celebra aquí, en la raya con Aragón, uno de los ritos relacionados con el noble y mitológico astado de los que tanto abundan en nuestra Tierra.
Dice José Tudela de la Orden, en su folleto sobre "El Salón del Toro": "En Deza se torea, mata y consume el toro del Cristo, que se compra con fondos del Santo Cristo y se repone su gasto con el precio de la carne repartida y por limosnas: y únicamente los pastores tienen el privilegio de arrastrarlo muerto hasta el portal del ayuntamiento".
Hasta hace poco se recogía una medida de grano por habitante en pública colecta a fin de comprar el toro. Las familias que habían tenido hijos varones en ese año debían entregar, además, el peso en grano del chrumbel. ¡Curioso y maltusiano impuesto!
En la actualidad se limitan a prorratear entre los vecinos la cantidad necesaria para mercar el morlaco, de un modo similar a como se hace en la capital soriana.
El miura se torea en una desacostumbrada plazuela perdida entre los vericuetos callejeriles de la antaño morisca ciudad. Casas la rodean desde cuyas ventanas puede contemplarse la lidia como si de palcos lujosos se tratase. Curiosamente, pese a su reducidísimo aforo y sus más modestas instalaciones, pues ni a tentadero llega, es una de las pocas plazas de toros fija con que cuenta la provincia de Soria y da idea de la importancia que a esas cosas otorgan los dezanos.
Pero la más vistosa ceremonia tiene lugar al día siguiente, cuando todo el pueblo se reúna en la Plaza Mayor para meterse entre pecho y espalda la carne del toro convenientemente aderezada y acompañada, como es natural, con caldos del cercano Aragón. Antes se habrán cocinado las tajadas en las inevitables calderas o calderetas. Allá donde se encuentre un refugio del viento, allá se verá a un grupo de amigos o vecinos disponer la lumbre y colocar sobre los sesos o trébedes la olla donde se condimentará la sagrada vianda. Puede uno toparse grupos de improvisados marmitones en cualquier recoveco o descampado.
Luego, la plaza se llenará de mesas, manteles y sillas y se convertirá en un inmenso comedor colectivo al aire libre. Al final, y si no llueve, aquello será un ágape comunal.
Este almuerzo fraternal es muy parecido al que se celebra en tantos y tantos pueblos de Soria, desde pinares, donde Soria se hace burgalesa y riojana, hasta esta Deza lindante con Aragón. Hete aquí un rito ubicuo, que coincidimos en trasegarnos a fecha fija la carne y esencia del Dios-Toro."
Hermoso texto para una hermosa fiesta, esencialmente democrática y comunal. En el libro citado, en su segunda edición, aparece unas fotografías de este fraternal ágape. Por estas y otras razones uno se siente orgulloso y enamorado de nuestra tierra, y más si es recordada desde la diáspora. Gracias, dezanos, por la parte que os corresponde.
Continúo reproduciendo la visión de Deza en la pluma de este soriano de pro que, a su vez, cita a este soriano ilustre que fue D. José Tudela de la Orden.
"Se celebra aquí, en la raya con Aragón, uno de los ritos relacionados con el noble y mitológico astado de los que tanto abundan en nuestra Tierra.
Dice José Tudela de la Orden, en su folleto sobre "El Salón del Toro": "En Deza se torea, mata y consume el toro del Cristo, que se compra con fondos del Santo Cristo y se repone su gasto con el precio de la carne repartida y por limosnas: y únicamente los pastores tienen el privilegio de arrastrarlo muerto hasta el portal del ayuntamiento".
Hasta hace poco se recogía una medida de grano por habitante en pública colecta a fin de comprar el toro. Las familias que habían tenido hijos varones en ese año debían entregar, además, el peso en grano del chrumbel. ¡Curioso y maltusiano impuesto!
En la actualidad se limitan a prorratear entre los vecinos la cantidad necesaria para mercar el morlaco, de un modo similar a como se hace en la capital soriana.
El miura se torea en una desacostumbrada plazuela perdida entre los vericuetos callejeriles de la antaño morisca ciudad. Casas la rodean desde cuyas ventanas puede contemplarse la lidia como si de palcos lujosos se tratase. Curiosamente, pese a su reducidísimo aforo y sus más modestas instalaciones, pues ni a tentadero llega, es una de las pocas plazas de toros fija con que cuenta la provincia de Soria y da idea de la importancia que a esas cosas otorgan los dezanos.
Pero la más vistosa ceremonia tiene lugar al día siguiente, cuando todo el pueblo se reúna en la Plaza Mayor para meterse entre pecho y espalda la carne del toro convenientemente aderezada y acompañada, como es natural, con caldos del cercano Aragón. Antes se habrán cocinado las tajadas en las inevitables calderas o calderetas. Allá donde se encuentre un refugio del viento, allá se verá a un grupo de amigos o vecinos disponer la lumbre y colocar sobre los sesos o trébedes la olla donde se condimentará la sagrada vianda. Puede uno toparse grupos de improvisados marmitones en cualquier recoveco o descampado.
Luego, la plaza se llenará de mesas, manteles y sillas y se convertirá en un inmenso comedor colectivo al aire libre. Al final, y si no llueve, aquello será un ágape comunal.
Este almuerzo fraternal es muy parecido al que se celebra en tantos y tantos pueblos de Soria, desde pinares, donde Soria se hace burgalesa y riojana, hasta esta Deza lindante con Aragón. Hete aquí un rito ubicuo, que coincidimos en trasegarnos a fecha fija la carne y esencia del Dios-Toro."
Hermoso texto para una hermosa fiesta, esencialmente democrática y comunal. En el libro citado, en su segunda edición, aparece unas fotografías de este fraternal ágape. Por estas y otras razones uno se siente orgulloso y enamorado de nuestra tierra, y más si es recordada desde la diáspora. Gracias, dezanos, por la parte que os corresponde.