Nuestro cuerpo, si sabemos escucharlo, nos dice muchas cosas. Es cierto que no siempre sabe uno hacerlo, sobre todo en la niñez y juventud; incluso hay quien se hace viejo y no le hace caso. La verdad es que nos evitaremos muchos disgustos si aprendemos a dialogar con él. Todos recordamos cuando hemos hecho cosas que nos perjudicaban, a la hora de beber con los amigos o de comer cuando ya no debíamos hacerlo. No digamos nada con los vicios de fumar, etc. O cuando sentimos frío y dejamos de abrigarnos. Todo esto nos pasará factura.
Dice el psiquiatra Alexander Lowen que "el yo, en relación con su cuerpo, es como un jinete y su caballo. Si el jinete impone su voluntad, logrará que el caballo haga todo lo que quiera, pero habrá sacrificado la armonía natural del animal. Si lo guía permitiéndole que le responda a sus propias sensaciones, caballo y jinete se unirán en movimientos graciosos y placenteros". El cuerpo es una parte, pero también es el todo de un ser humano, sin él no podemos ser ni funcionar; es nuestra tarjeta de presentación, nuestro consejero, aquel que nos alerta de nuestras necesidades físicas o emocionales. Atenderle es atendernos.
Dice el psiquiatra Alexander Lowen que "el yo, en relación con su cuerpo, es como un jinete y su caballo. Si el jinete impone su voluntad, logrará que el caballo haga todo lo que quiera, pero habrá sacrificado la armonía natural del animal. Si lo guía permitiéndole que le responda a sus propias sensaciones, caballo y jinete se unirán en movimientos graciosos y placenteros". El cuerpo es una parte, pero también es el todo de un ser humano, sin él no podemos ser ni funcionar; es nuestra tarjeta de presentación, nuestro consejero, aquel que nos alerta de nuestras necesidades físicas o emocionales. Atenderle es atendernos.