Si un día había amanecido con nieve... ¿En donde encontrar comida? Sencillamente metiéndose en el gallinero. Al fin y al cabo las gallinas son de la misma familia y a ellas no les falta comida en todo el día ni tienen que escarbar en la nieve para buscarla. Va la dueña tan sonriente y les echa el trigo a puñados.
- ¡Qué tendrá la gallina que no tenga yo! dirá el gorrión.
- Pues hijo, que ella pone huevos muy gordos allí mismo y tu te vas a ponerlos (y encima son pequeños) en los tejados y reclices de las paredes.
Un abrazo.
- ¡Qué tendrá la gallina que no tenga yo! dirá el gorrión.
- Pues hijo, que ella pone huevos muy gordos allí mismo y tu te vas a ponerlos (y encima son pequeños) en los tejados y reclices de las paredes.
Un abrazo.
Sacado de un relato de un pueblo de León.
”El pájaro más bribón y descarado que en el mundo ha sido, se llama gorrión. En mi pueblo también se le dice trigalero, porque en llegando la madurez de este cereal asienta sus reales en la sementera y desafía, con ganancia, todos los métodos persuasivos. Recuerdo un artefacto que en La Granja X, donde había predios experimentales, largaba unos disparos intermitentes para alejarlos. Los dos primeros días el revuelo era notable de lo cual éramos testigos muchos. Al tercer día, levantaban el vuelo cuatro, y en los sucesivos seguían en su depredación espiguera como si tal cosa. O sea, que ni caso; el campo de trigo era suyo.
Su descaro llegaba a límites insospechados en los inviernos nevados; se buscaban entrada libre para arrebatar los granos de cebada en el pesebre de los bueyes; bien es cierto que tal descaro también lo pagaban caro; muchos de ellos acababan en la cazuela, que los tiempos de postguerra no estaban para tirar cohetes gastronómicos. Una docena de pájaros hacía un suculento plato acompañando a unos puñados de arroz, o un guiso en cuya salsa se bañaban aquellos zoquetes de pan engañando, muchas veces, el estómago protestón, de la rapazada”
Un abrazo.
”El pájaro más bribón y descarado que en el mundo ha sido, se llama gorrión. En mi pueblo también se le dice trigalero, porque en llegando la madurez de este cereal asienta sus reales en la sementera y desafía, con ganancia, todos los métodos persuasivos. Recuerdo un artefacto que en La Granja X, donde había predios experimentales, largaba unos disparos intermitentes para alejarlos. Los dos primeros días el revuelo era notable de lo cual éramos testigos muchos. Al tercer día, levantaban el vuelo cuatro, y en los sucesivos seguían en su depredación espiguera como si tal cosa. O sea, que ni caso; el campo de trigo era suyo.
Su descaro llegaba a límites insospechados en los inviernos nevados; se buscaban entrada libre para arrebatar los granos de cebada en el pesebre de los bueyes; bien es cierto que tal descaro también lo pagaban caro; muchos de ellos acababan en la cazuela, que los tiempos de postguerra no estaban para tirar cohetes gastronómicos. Una docena de pájaros hacía un suculento plato acompañando a unos puñados de arroz, o un guiso en cuya salsa se bañaban aquellos zoquetes de pan engañando, muchas veces, el estómago protestón, de la rapazada”
Un abrazo.