En mi época de escolar, en días de grandes nevadas, como los mozos y mocetes no asistían a clase ya, estaban ganduleando por el pueblo y una de sus aficiones era en colocarse en lugares estratégicos con varias bolas de nieve, preparadas y listas para lanzarlas sobre el enemigo. El resto del día no sé en que se entretendrían; pero sé que a la salida de la escuela nos esperaban a los chicos y nos bombardeaban con sus níveas municiones, algunas de ellas con metralla dentro pues incluso los había que ponían una piedra para lanzarlas con más fuerza. Era terrible pasar por el cementerio de la iglesia, en donde estaban tan a gusto al abrigo y por donde yo tenía que pasar invariablemente.
Un abrazo.
Un abrazo.