De nuevo estoy en casa y de nuevo estoy dispuesto a cargar con la cruz tal como podemos ver que la lleva, en ésta bella imagen, nuestro Jesús el Nazareno. He pasado unos días de mucho frío en el cuerpo; pero de mucho calor en el alma. Y he pasado de un silencio y de una tranquilidad inusual a una vorágine de despropósitos tal como haber tenido que aguantar a mi llegada a Tarragona 20 kilómetros de colas de coches, cuando en un desplazamiento en la provincia de Soria de 28, no encontramos ni uno sólo que entorpeciera nuestra marcha; de no haber oído ni una sóla sirena a tener que aguantar a esta hora de la mañana, dos estridencias sireniles; de no tener ordenador a ver que tengo más de cien E-mail en mi ordenador o computadora, como dice Anita. Paciencia: ya os iré contestando poco a poco a todos si es que antes no me ha dado un patatús ante el nuevo panorama que se me presenta. El primero lavar mi nuevecita Van que me la pusieron blanca los camiones que dispersaban la sal por la autovía de Madrid, en la madrugada del Domingo de Resurrección, mientras caía del cielo una amenazante nevada. Y por último, desearos a todos una venturosa vuelta a casa y una Feliz Pascua.
Hasta pronto amigos. Un abrazo del abuelo.
Hasta pronto amigos. Un abrazo del abuelo.