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DEZA: La comida de aquel jornada, quizá un poco cargadita...

LOS SANTOS INOCENTES.

Hoy día 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, en Deza se celebraba una Fiesta muy simpática por todos aquellos mozos que entraban en quintas a los que se llamaba “los Inocentes”. Yo recuerdo aquellos tiempos con nostalgia. Veo aquellos mozos y veo a los de mi quinta, preparar la Fiesta, con varios días de antelación.

A los Inocentes los evoco desde mi más tierna infancia y con todo detalle. Cuando yo era pequeño les tenía mucho miedo porque los veía muy grandotes y mi madre nos avisaba que no abriéramos la puerta del portal, cerrada con la llave y con el tranco, señal de que no eran de fiar pues nos podían quitar cosas, sobre todo alguna gallina, que era lo habitual, en caso de descuido de la dueña y que iría a parar a la cazuela. Desde la esquina de mi callejón, los veía avanzar bajando por la cuesta de la Calle Mediavilla y corriendo me escondía en mi casa. Cuando fui un poco mayor ya fue otra cosa pues íbamos detrás de ellos y reíamos sus gracias.

Un abrazo.

En si, la fiesta de Los Inocentes era y creo que será todavía, una fiesta muy simpática y en la que los quintos de ese año se lo pasaban en grande pues podían extralimitarse en algunas cosillas que en otros tiempos no estaban permitidas. No sé de donde ni de cuando vendría esta costumbre. No creo que fuera de los tiempos de San Mateo, en donde nos cuenta en su Evangelio 2, 16-18 que el Rey Herodes, al verse burlado por Los Reyes Magos, indignado ordenó que en Belén y alrededores mataran a todos los niños de dos años para abajo.

Un abrazo.

El caso, es que los quintos, la víspera de ese día, echabámos a suerte con la baraja los cargos honoríficos a de desempeñar, ya que se distribuían, entre los quintos de ese año, las funciones del Consistorio. Al que le tocaba el orete era el Alcalde y así sucesivamente…
En aquellos tiempos se celebraba Misa en la Parroquia y los quintos ocupabamos los bancos de las Autoridades, vestidos con aquellas capas de nuestro abuelos, conservadas con todo cariño, en el arcón, en medio de un mar de naftalina para preservarla de la voraz polilla. Después nos dedicábamos a ir de casa en casa por todo el pueblo y mientras unos pedíamos la voluntad en especie o en dinero, otros trataban de despistar a las señoras y distraerles alguna cosilla de comer. Por ejemplo alguna vuelta del chorizo de aquellas que estaban colgadas en la vara de la cocina y que serviría, en este caso, para ir apagando la ganilla ya que la comida vendría tarde; acompañada del correspondiente pan que podía haber venido por el mismo procedimiento. Y un buen trago de esa bota que irá pasando de mano en mano.

Un abrazo.

La comida de aquel jornada, quizá un poco cargadita de tajadas (que a los mozos no nos vendría nada mal), la preparaba alguna de las madres de los quintos. Era garantía de que comeríamos algo bien guisado. Ahora en estos tiempos lo más práctico, creo, de celebrase todavía, es coger el coche y pagar la comida en un buen restaurante. No lo sé; pero creo que alguno de nuestros colaboradores nos lo podría confirmar.

Un abrazo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
El Alguacil de turno, que también entraba en rifa, trataría de tocar la trompeta para echar sus pregones preparados para la ocasión; pero de allí no salían más que berridos. Daba igual; lo interesante era hacerles saber a las mozas que aquel día no se podía salir sin bragas a la calle, bajo multa… y otras cosas jocosas, por el estilo. Total de lo que se trataba y de lo que se seguirá tratando, es de pasarlo bien. De pasar un día memorable.

Un abrazo.