Luz ahora: 0,12534 €/kWh

DEZA: Cuenta la historia que en el año 390 a. c. los galos...

Cuenta la historia que en el año 390 a. c. los galos cisalpinos saquearon Roma. Eran estos celtas hombres aguerridos: feroces guerreros que con sus terribles gritos y su destreza en combate, eran muy temidos y conquistaban todos los territorios a su paso.
Habían cruzado los Alpes, y quizás atraídos por las riquezas de Italia y, sobre todo, por el vino, no dudaron en atravesar también los Apeninos con el fin de saquear Roma.
Muchos romanos, enterados de su avance, escaparon y se refugiaron en el campo y en los pueblos vecinos a Roma. Cuando los romanos tomaron conciencia del avance de estos bárbaros, escaparon buscando refugio en los pueblos vecinos. Los más jóvenes, se atrincheraron en la ciudadela del Capitolio con los tesoros y víveres de todo tipo para resistir el ataque.
Muchos ancianos patricios, conscientes de la segura invasión, se quedaron en el foro para enfrentarse al sacrificio si los dioses lo deseaban y así, cuando entraron los galos solo se encontraron con estos ancianos, soberbios y majestuosos. Dice la historia que la masacre comenzó cuando a uno de los galos se le ocurrió mesar las barbas de un anciano, cuya acción fue correspondida con un buen golpe por parte de éste y que fue el momento en que los galos comenzaron la masacre, pereciendo todos los patricios que encontraron. Después quemaron los edificios.
Pero los galos todavía no habían conquistado el Capitolio, donde sus defensores dormían confiados en aquel lugar casi inexpugnable. Una vez que encontraron la senda hacia el promontorio, comenzaron a escalar los escarpados riscos silenciosamente a fin de no alertar a sus protectores. Pero su silencio fue en vano, porque los gansos, consagrados a los sacrificios de la diosa Juno, sintieron su presencia y, con sus agudos graznidos, alertaron a los defensores quienes rechazaron el ataque.
Aquí es donde tengo una duda, porque hace muchos años que leí esta historia y no recuerdo si los gansos fueron agasajados, o bien sirvieron de agasajo a los defensores que celebraron la victoria con un banquete, comiéndoselos.
Yo, por si acaso, y para no tener el mismo final que los heroicos gansos, procuro ser cauto en mis afirmaciones: solamente las manifiesto cuando tengo la absoluta seguridad.
Un saludo