La víbora y la zorra
Arrastraba la corriente de un río a una víbora enroscada en una maraña de espinas.
La vio pasar una zorra que descansaba y exclamó:
- ¡Para tal clase de barco, tal piloto!
Un abrazo.
Arrastraba la corriente de un río a una víbora enroscada en una maraña de espinas.
La vio pasar una zorra que descansaba y exclamó:
- ¡Para tal clase de barco, tal piloto!
Un abrazo.
La víbora y la lima.
A un taller de un herrero entró una víbora, pidiéndole caridad a las herramientas. Después de recibir algo de todas, faltando sólo la lima, se le acercó y le suplicó que le diera alguna cosa.
- ¡Bien engañada estás, repuso la lima, si crees que te daré alguna cosa. Yo que tengo la costumbre, no de dar, sino de tomar algo de todos!
Un abrazo.
A un taller de un herrero entró una víbora, pidiéndole caridad a las herramientas. Después de recibir algo de todas, faltando sólo la lima, se le acercó y le suplicó que le diera alguna cosa.
- ¡Bien engañada estás, repuso la lima, si crees que te daré alguna cosa. Yo que tengo la costumbre, no de dar, sino de tomar algo de todos!
Un abrazo.
La víbora y la culebra de agua.
Una víbora acostumbraba a beber agua de un manantial y una culebra de agua que habitaba en él trataba de impedirlo, indignada porque la víbora, no contenta de reinar en su campo, también llegase a molestar su dominio.
A tanto llegó el enojo que convinieron en librar un combate. La que consiguiera la victoria entraría en posesión de todo.
Fijaron el día y las ranas, que no querían a la culebra, fueron donde la víbora, excitándola y prometiéndole que la ayudarían a su lado.
Empezó el combate, y las ranas, no pudiendo hacer otra cosa, sólo lanzaban gritos.
Ganó la víbora y llenó de reproches a las ranas, pues en vez de ayudarle en la lucha, no habían hecho más que dar gritos. Respondieron las ranas:
- Pero compañera, nuestra ayuda no está en nuestros brazos, sino en las voces.
Un abrazo.
Una víbora acostumbraba a beber agua de un manantial y una culebra de agua que habitaba en él trataba de impedirlo, indignada porque la víbora, no contenta de reinar en su campo, también llegase a molestar su dominio.
A tanto llegó el enojo que convinieron en librar un combate. La que consiguiera la victoria entraría en posesión de todo.
Fijaron el día y las ranas, que no querían a la culebra, fueron donde la víbora, excitándola y prometiéndole que la ayudarían a su lado.
Empezó el combate, y las ranas, no pudiendo hacer otra cosa, sólo lanzaban gritos.
Ganó la víbora y llenó de reproches a las ranas, pues en vez de ayudarle en la lucha, no habían hecho más que dar gritos. Respondieron las ranas:
- Pero compañera, nuestra ayuda no está en nuestros brazos, sino en las voces.
Un abrazo.