Traigo a colación lo que he comentado en más de una ocasión, a propósito del abandono de nuestras propias señas de identidad. Habrá quien piense que exagero...
A VUELTAS CON EL VOCABULARIO.
Si hay algo que caracteriza a nuestra hermosa lengua castellana, o española, aun con el pesar de algunos nacionalistas periféricos, es su riqueza léxica, sus ricos matices, su fuerza expansiva... Por eso, duele más si cabe, el mal uso que de ella hacen muchos jóvenes por desconocimiento y desidia. Algo que debería resultar paradójico por cuanto hoy todo el mundo tiene acceso a los estudios y no como hace unas décadas, por desgracia. No tenemos más que leer cualquier mensaje de cualquier foro de internet, o simplemente seguirles en sus conversaciones. Por no hablar de los mensajes de los móviles, generalizaciones aparte. Muchos de nuestros abuelos, con sus limitaciones, con sus vulgarismos y todo, sin apenas escuela, seguro que manejaban el castellano con más soltura que bastantes chavales de ahora. A la riqueza de nuestro idioma habría que añadir la variedad de las aportaciones locales o regionales: leonesismos, aragonesismos... Pues bien, no conformes con apedrear nuestra lengua, desde hace unos años se ha puesto de moda el uso de barbarismos. Queda más moderno, claro. Parece como si quisiéramos rendir culto de papanatas a lo de fuera, mejor si es inglés, por un mal entendido complejo de inferioridad encubierto. Pero más modernos, insisto. Puesto en esta coyuntura, prefiero el chauvinismo francés al papanatismo de muchos compatriotas. No sé quién dijo que Italia y España iban camino de la barbarie por el abandono del humanismo; y en ello estamos. Y el idioma forma parte del humanismo. Eso sí, en tecnología, nos dan mil vueltas a los que tenemos cierta edad. Cualquier joven hace virguerías con un móvil, un ordenador o el uso de internet. Lo cual, con estar bien, no debía ir en detrimento de lo anterior.
Aspecto, apariencia, fisonomía, no: "look", que es más moderno.
Vestíbulo, zaguán, recibidor, no: hall, que es más moderno.
Calzoncillos, no: slips.
Aparcamiento, no: parking.
Escalafón, no: ranking.
Bocadillo, no: sandwich.
Etcétera. Y de nuestro peculiar vocabulario soriano, mejor no hablar, está pasando a mejor vida a marchas forzadas.
Manuel, el de Soria (desde la diáspora)
A VUELTAS CON EL VOCABULARIO.
Si hay algo que caracteriza a nuestra hermosa lengua castellana, o española, aun con el pesar de algunos nacionalistas periféricos, es su riqueza léxica, sus ricos matices, su fuerza expansiva... Por eso, duele más si cabe, el mal uso que de ella hacen muchos jóvenes por desconocimiento y desidia. Algo que debería resultar paradójico por cuanto hoy todo el mundo tiene acceso a los estudios y no como hace unas décadas, por desgracia. No tenemos más que leer cualquier mensaje de cualquier foro de internet, o simplemente seguirles en sus conversaciones. Por no hablar de los mensajes de los móviles, generalizaciones aparte. Muchos de nuestros abuelos, con sus limitaciones, con sus vulgarismos y todo, sin apenas escuela, seguro que manejaban el castellano con más soltura que bastantes chavales de ahora. A la riqueza de nuestro idioma habría que añadir la variedad de las aportaciones locales o regionales: leonesismos, aragonesismos... Pues bien, no conformes con apedrear nuestra lengua, desde hace unos años se ha puesto de moda el uso de barbarismos. Queda más moderno, claro. Parece como si quisiéramos rendir culto de papanatas a lo de fuera, mejor si es inglés, por un mal entendido complejo de inferioridad encubierto. Pero más modernos, insisto. Puesto en esta coyuntura, prefiero el chauvinismo francés al papanatismo de muchos compatriotas. No sé quién dijo que Italia y España iban camino de la barbarie por el abandono del humanismo; y en ello estamos. Y el idioma forma parte del humanismo. Eso sí, en tecnología, nos dan mil vueltas a los que tenemos cierta edad. Cualquier joven hace virguerías con un móvil, un ordenador o el uso de internet. Lo cual, con estar bien, no debía ir en detrimento de lo anterior.
Aspecto, apariencia, fisonomía, no: "look", que es más moderno.
Vestíbulo, zaguán, recibidor, no: hall, que es más moderno.
Calzoncillos, no: slips.
Aparcamiento, no: parking.
Escalafón, no: ranking.
Bocadillo, no: sandwich.
Etcétera. Y de nuestro peculiar vocabulario soriano, mejor no hablar, está pasando a mejor vida a marchas forzadas.
Manuel, el de Soria (desde la diáspora)
La provincia de Soria ha tenido y todavía conserva, a pesar de la creciente pérdida, su propia habla, su léxico propio. Tierra eminentemente agrícola y ganadera, donde la mayor parte de la población vivía en contacto con el campo, incluso, en parte, la pequeñita capital, creó una forma de hablar con la que se entendían todos sin necesidad de echar mano al diccionario, algo que por otra parte, podría haber resultado infructuoso porque muchos términos no están recogidos en él. En balde podrá buscarse acicuaco, ardacho, esconderite, donazgo o estaribel. Otras, aunque las recoge la RAE, están en franca retirada, cuando no prácticamente desusadas. Quién no oyó la expresión: "Mira que pita está con lo mayor que es" o, "aviáte rápìdo, que llegaremos tarde". En Soria siempre se ha dicho que la nieve se regala (por derrite); los niños llamábamos cucha a la zurda; nos esbarábamos por la nieve aunque nos quedásemos arrecidos; y en las peleas a más de uno lo desmorritaron o le hicieron una piquera, si nos tirábamos piedras. Y allá lejos, a veces se decía allá lejotas, o allá arribotas, si el lugar estaba en alto.
Y dentro de la misma provincia hubo términos locales que sólo usaban los de cada comarca concreta.
A partir del abandono de los pueblos, de la industrialización y de la falta de diálogo de los padres con los hijos, la pérdida de un rico patrimonio como el de la lengua se ha ido perdiendo. Otro más.
Y dentro de la misma provincia hubo términos locales que sólo usaban los de cada comarca concreta.
A partir del abandono de los pueblos, de la industrialización y de la falta de diálogo de los padres con los hijos, la pérdida de un rico patrimonio como el de la lengua se ha ido perdiendo. Otro más.