DEZA: Si no sabía por donde tirar, Las Matas, seguramente...

A mi que me ha tocado campo, de todas las formas y colores. Cuando circulo por sus montañas, camino por las laderas, voy y vengo por todos esos andurriales mi mayor alegría es ver un animal salvaje, que en su carrera hacía no sé donde les ves pasar.
En una ocasión yendo por la carretera en la noche, con mi cochecito, vi una liebre ó quizás conejo que desorientado no sabía por donde tirar, al segundo como una bala para una orilla del camino arreo, por un lado bien, pero te queda el gusanillo de averlo pillado para la cazuela. Es así, pero por otro lado la alegria de que supo decidirse, pues al segundo siguiente tal vez, una rueda le hubiese pasado rozando y tal vez algo más.
Un saludo en el día de hoy donde la frescura de la mañana es penetrante.
Tenemos 7ºC, pero con un cielo tristón y sin asomo del sol.
Buen día para todos.

Si no sabía por donde tirar, Las Matas, seguramente se trataba de una liebre. Estos animales, quizás porque tienen los ojos algo distintos que los conejos, o por su modo de ser, quedan deslumbrados por los faros y no se les aplasta con las ruedas, sino que se quedan indecisos hasta que saltan y se golpean la cabeza con el parachoques delantero. Los conejos, en cambio recorren unos metros junto al coche y se escamotean por un lado. Debido a mi profesión, recorrí de noche muchas carreteras secundarias y atrapé alguna de ellas, pero voy a comentarte como atrapé una de las últimas:
Una vez acabado mi servicio, aproximadamente a las cinco de una madrugada de otoño y al pasar por una carretera junto a unas viñas, pude ver en el centro de la calzada una liebre. Como en otras ocasiones, cambié las luces largas-cortas un par de veces y al pasar sobre ella, noté el ruido del animal al golpearse la cabeza. Dí marcha atrás hasta donde estaba, la cogí asombrado de no notarle herida alguna, abrí el capó y la arrojé dentro. Cuando llegué a mi casa, en la oscuridad de la calle, abrí el capó para cogerla y.. ¡sorpresa!, la encontré totalmente viva y mirando las luces del capó; como estaba deslumbrada, la tomé por las orejas con ánimo de subirla a casa para el puchero, pero el animal comenzó a emitir tan fuertes chillidos que temí que despertara a todo el barrio, al mismo tiempo que, con sus patas me arañaba en el pecho. Para evitar problemas, la introduje de nuevo en el capó y me fui a dormir, advirtiendo a mi mujer que tenía una liebre dentro del coche. Cuando desperté me contaron que habían metido el coche en el garaje y que mi tío preparó la escopeta y los perros, pero no hubo necesidad de tanta parafernalia, porque al abrir el capó volvieron a cogerla sin problemas.
Un saludo