Buenos días Deza y amigos del foro: En la vida cuotidiana de las familias, de los vecinos, de los pequeños pueblos al igual que en el conjunto de las personas de todo el mundo, raza o nación, existen diferencias notables en cuanto a cuestiones de pensamiento y pareceres. Creo que todos estamos de acuerdo con ello. Pero yo no voy a entrar en disquisiciones ni en discusiones polémicas que no conducen, en el mejor de los casos, a nada; porque todo queda siempre en aguas de borraja. Yo voy a contar lo que pasaba con mi gallo. Mi gallo era la alegría de los vecinos. Los niños siempre que pasaban de vuelta del colegio, por aquella calle del extremo del pueblo, le decían cositas y se agachaban para contemplarlo a su antojo. Las vecinas me traían pan y otras menudencias para alimentarlo; se comprometían incluso a pagarme el pienso si a mi me resultaba onerosa su alimentación y los había que decían que les alegraba sus despertares diarios. Desde fuera a simple vista todo era bonito cordial y bucólico. Yo me sentía satisfecho porque mis amaneceres me recordaban mi niñez en el pueblo donde el despertador viviente lo tuvimos siempre a menos de diez metros de nuestra cama. (El gallinero estaba en el portal). Pero un día vino una vecina diciéndome que mi gallo les molestaba a fulano, a mengano y a zutano; o sea a medio barrio y que alguno hasta echaban pestes de mí, por culpa de mi gallo. ¿Que hacer...? La solución no la voy a desvelar porque la podéis adivinar; pero el gallo se quedó mudo para siempre ya que los enfrentamientos con tus congéneres, si tienen remedio, lo mejor es evitarlos...
Un abrazo.
Un abrazo.