Amigos de Deza. Este es un foro local, simpre lo he entendido, pero no por ello creo que también se puede abrir a otros campos. Por eso traigo lo que sigue, en dos mensajes. Sin ánimo de sentar cátedra, ni mucho menos, sino de reflejar una opinión.
Ya hace bastantes años, un viejo profesor, que presidía una charla-coloquio, nos comentó una historia, acerca de culpabilidades, que paso a comentar.
Nos decía que una mujer separada regresó a su ciudad a altas horas de la noche, después de un largo viaje, y que no encontró medio de transporte que la acercara al centro de la ciudad donde vivía. Como tenía que atravesar una zona del extrarradio bastante peligrosa por la gente que merodeaba por allí, llamó por teléfono a su ex-marido, que por entonces ya vivía con otra mujer, rogándole que se acercase con su vehículo para llevarla a casa. El hombre iba a acceder a la petición, pero su actual pareja se opuso. Tras una breve discusión, el marido, por no airarla, desistió de su propósito. Frustrados sus deseos, la mujer cogió su maleta y, haciendo acopio de valor, se adentró por aquellos andurriales camino de su casa. Y ocurrió lo que era probable que pasara: que unos individuos, después de violarla, le dieron muerte.
Terminada la narración, el profesor nos invitó a que cada uno manifestásemos quien era el culpable a nuestro entender de lo que le ocurrió a la mujer: el ex-marido, por su falta de ayuda; si su pareja actual que le indujo a quedarse, o si la muerta por temeraria e imprudente. Cada uno expuso su punto de vista. Terminadas las intervenciones, el profesor dijo que todas las respuestas eran erróneas porque la culpa no era de ninguno de los tres; era de los que la violaron y le dieron muerte.
Esta historia ha vuelto a mi mente, lamentablemente, en más de una ocasión. Me sucedió en el 11-S de 2001 y volvió el 11-M de 2004, fatídicos ambos.
Ya hace bastantes años, un viejo profesor, que presidía una charla-coloquio, nos comentó una historia, acerca de culpabilidades, que paso a comentar.
Nos decía que una mujer separada regresó a su ciudad a altas horas de la noche, después de un largo viaje, y que no encontró medio de transporte que la acercara al centro de la ciudad donde vivía. Como tenía que atravesar una zona del extrarradio bastante peligrosa por la gente que merodeaba por allí, llamó por teléfono a su ex-marido, que por entonces ya vivía con otra mujer, rogándole que se acercase con su vehículo para llevarla a casa. El hombre iba a acceder a la petición, pero su actual pareja se opuso. Tras una breve discusión, el marido, por no airarla, desistió de su propósito. Frustrados sus deseos, la mujer cogió su maleta y, haciendo acopio de valor, se adentró por aquellos andurriales camino de su casa. Y ocurrió lo que era probable que pasara: que unos individuos, después de violarla, le dieron muerte.
Terminada la narración, el profesor nos invitó a que cada uno manifestásemos quien era el culpable a nuestro entender de lo que le ocurrió a la mujer: el ex-marido, por su falta de ayuda; si su pareja actual que le indujo a quedarse, o si la muerta por temeraria e imprudente. Cada uno expuso su punto de vista. Terminadas las intervenciones, el profesor dijo que todas las respuestas eran erróneas porque la culpa no era de ninguno de los tres; era de los que la violaron y le dieron muerte.
Esta historia ha vuelto a mi mente, lamentablemente, en más de una ocasión. Me sucedió en el 11-S de 2001 y volvió el 11-M de 2004, fatídicos ambos.