Después de la invasión musulmana, cuando acababa, prácticamente, de nacer el Reino de Aragón, llegaron noticias de que se habían descubierto sus restos en el Pirineo. Se supuso, entonces que el obispo había sido exiliado a aquellas tierras poco hospitalarias. En 1050, lo que se creyó era su cuerpo venerable fue llevado a la sede episcopal de Roda de Isábena, entonces cabeza eclesial de Aragón. Recordemos que esa catedral, como ya he comentado en otra participación, fue objeto de saqueo por Erik el belga, así como los desvelos del entonces párroco que, después del expolio, se quedó todas las noches durante muchos años vigilando lo poco que el ladrón de arte había dejado. Recordemos que, entre otras sustracciones, lo fueron la silla de tijera de San Ramón, asi como sus guantes y sus sandalias.
En su capilla, entre columnas salomónicas, San Valero aparece en el centro con un diácono a cada lado: San Lorenzo, el de las parrillas a la derecha, y su voz, San Vicente, a la izquierda. Entre sus milagros recuerdo el de aquella ocasión en que, hecho prisionero y encadenado junto a San Vicente caminaban muertos de sed porque los soldados se negaban a darles de beber. Cuando pasaban por Daroca, Vicente dio tres golpes en el suelo con el báculo de Valero y surgió un manantial. En la calle de la Grajera de dicha ciudad, todavía se conserva dicho manantial: el pozo de San Vicente.
De la historia de este Santo podemos concluir con una moraleja. De como la voluntad y el tesón de un hombre, privado casi de la palabra, pudo llegar a ejercer su episcopado y a ser elegido patrono de una ciudad como Zaragoza.
Un saludo
En su capilla, entre columnas salomónicas, San Valero aparece en el centro con un diácono a cada lado: San Lorenzo, el de las parrillas a la derecha, y su voz, San Vicente, a la izquierda. Entre sus milagros recuerdo el de aquella ocasión en que, hecho prisionero y encadenado junto a San Vicente caminaban muertos de sed porque los soldados se negaban a darles de beber. Cuando pasaban por Daroca, Vicente dio tres golpes en el suelo con el báculo de Valero y surgió un manantial. En la calle de la Grajera de dicha ciudad, todavía se conserva dicho manantial: el pozo de San Vicente.
De la historia de este Santo podemos concluir con una moraleja. De como la voluntad y el tesón de un hombre, privado casi de la palabra, pudo llegar a ejercer su episcopado y a ser elegido patrono de una ciudad como Zaragoza.
Un saludo
Hola Pefeval: Como sabrás, en esta ciudad se utiliza mucho la palabra "tontolahaba". Dicho así, todo seguido. Pues bien, ayer me contaron que la palabreja procede del roscón de San Valero, que suele llevar sorpresa y que, en tiempos no muy lejanos se ponía un hermoso grano de este vegetal. No sé si será cierto, pero si es así la idea que tenía yo, era equivocada.
Un abrazo
Un abrazo