La mayoría de la gente de Deza ya no recuerda la ermita de San Blas cuando estaba todavía en pié. Era quizá la estampa más bonita que tenía Deza en sus contornos. De planta cuadrada y porticada en su parte oeste, era una ermita muy bella. En su interior, partían cuatro nervios, uno de cada esquina e iban a parar a una estrella que había en el centro, tal como si fuese un sol resplandeciente. Toda ella, por dentro estaba encalada. El altar estaba en la parte este y una hornacina en donde estaba San Blas, ocupaba la parte central de la pared. A la derecha, según se entraba, estaba San Miguel Arcángel. Supongo que lo traerían de otro sitio en donde estorbara puesto que en esta ermita no pegaba la presencia de esta imagen, de un estilo, de una talla y de un color muy diferente.
Un abrazo.
Un abrazo.