Mira por donde me ha visitado un buen amigo recientemente y hablando, hablando me dijo que tenía una planta que cura las almorranas. Esta palabra, aunque sea un vocablo que define a las mil maravillas esas protuberancias que salen en cierto sitio, que también es de pronóstico reservado, suena un poco “guarrilla” y suele sustituirse por esa otra de hemorroides.
Pues hablando de hemorroides o tumorcillos, que también es otro de sus sinónimos rebuscado, os diré que algo hay realmente bueno para curarlas. Os lo explicaré: Resulta que mi vecino X estuvo en cierta ocasión en Zaragoza y se acercó por el bar en donde tomaban un aperitivo, una gitana que llevaba las hierbas mágicas. Por unos céntimos de €uro, mas que nada por quitársela de encima, dicha gitana agradecida, le metió en el bolsillo de atrás unas cuantas matas y se marchó asegurándole que le desaparecerían del todo. Mi amigo no le dio importancia; pero el caso es que desde entonces le desaparecieron completamente y dejaron de molestarle a pesar de tenerlas muy rabiosas, según él mismo. Y si mi vecino me lo asegura, pues yo lo creo.
De todas maneras ahí va otra receta rebuscada en internet, que le puede servir a cualquier paciente de los que nos leen.
"Aunque parezca que hablar de hemorroides es un tema tabú he de decir que yo las he padecido. Empecé por lo típico de pomadas, ungüentos de farmacia y cosas así, pero eso fue hasta que descubrí este remedio y dejé de gastar dinero en esos productos.
para el remedio los ingredientes son:
300 ml de aceite de oliva
una alcachofa
tres o cuatro berenjenas
para elaborarlo los pasos son:
de la alcachofa cogemos las hojas de fuera, esas que siempre tiramos y las lavamos y secamos. las reservamos.
de las berenjenas hay que coger lo verde que tienen en su base junto al rabito, eso que es como una hoja dura. lavamos, secamos y reservamos.
ponemos en una sartén el aceite a fuego muy lento y añadimos las hojas de la alcachofa y los rabitos y las hojitas de la berenjena. dejamos que se vaya friendo a fuego muy lento hasta que las hojas estén doradas, entonces apartamos del fuego y dejamos que enfríe.
Una vez frío filtramos y guardamos en un botecito y tapamos. Al día siguiente ya podremos aplicarnos el ungüento.
Para aplicarlo mojamos un algodoncito con el aceite y mojamos la zona afectada, o si sentimos mucha molestia dejamos el algodón empapado en la zona.. Por lo general se aplica tres veces al día,. Los resultados se notan en unos dos días y tardan mucho tiempo en volver a aparecer."
Un abrazo.
Pues hablando de hemorroides o tumorcillos, que también es otro de sus sinónimos rebuscado, os diré que algo hay realmente bueno para curarlas. Os lo explicaré: Resulta que mi vecino X estuvo en cierta ocasión en Zaragoza y se acercó por el bar en donde tomaban un aperitivo, una gitana que llevaba las hierbas mágicas. Por unos céntimos de €uro, mas que nada por quitársela de encima, dicha gitana agradecida, le metió en el bolsillo de atrás unas cuantas matas y se marchó asegurándole que le desaparecerían del todo. Mi amigo no le dio importancia; pero el caso es que desde entonces le desaparecieron completamente y dejaron de molestarle a pesar de tenerlas muy rabiosas, según él mismo. Y si mi vecino me lo asegura, pues yo lo creo.
De todas maneras ahí va otra receta rebuscada en internet, que le puede servir a cualquier paciente de los que nos leen.
"Aunque parezca que hablar de hemorroides es un tema tabú he de decir que yo las he padecido. Empecé por lo típico de pomadas, ungüentos de farmacia y cosas así, pero eso fue hasta que descubrí este remedio y dejé de gastar dinero en esos productos.
para el remedio los ingredientes son:
300 ml de aceite de oliva
una alcachofa
tres o cuatro berenjenas
para elaborarlo los pasos son:
de la alcachofa cogemos las hojas de fuera, esas que siempre tiramos y las lavamos y secamos. las reservamos.
de las berenjenas hay que coger lo verde que tienen en su base junto al rabito, eso que es como una hoja dura. lavamos, secamos y reservamos.
ponemos en una sartén el aceite a fuego muy lento y añadimos las hojas de la alcachofa y los rabitos y las hojitas de la berenjena. dejamos que se vaya friendo a fuego muy lento hasta que las hojas estén doradas, entonces apartamos del fuego y dejamos que enfríe.
Una vez frío filtramos y guardamos en un botecito y tapamos. Al día siguiente ya podremos aplicarnos el ungüento.
Para aplicarlo mojamos un algodoncito con el aceite y mojamos la zona afectada, o si sentimos mucha molestia dejamos el algodón empapado en la zona.. Por lo general se aplica tres veces al día,. Los resultados se notan en unos dos días y tardan mucho tiempo en volver a aparecer."
Un abrazo.
Los remedios caseros forman parte de las señas de identidad de un pueblo. La medicina natural, las hierbas, los ritos, las creencias... constituyen un más que interesante material etnológico y antropológico de la memoria del ser humano.
Esta más que interesante aportación del abuelo podría dar lugar a que otra mucha gente del foro trajese aquí los remedios caseros que conozca.
Enlazando con lo que se ha dicho de las sopetas, recuerdo que sólo hace unos lustros el alcohol, o mejor dicho, algunas bebidas que lo contuviesen se utilizaban como remedios de primera mano para algunas dolencias. Y no había reparo a usarlas con niños. Aquí traigo el recuerdo de algunas, de distintos lugares de la provincia.
Cuando dolían las muelas, se echaba un poquito de aguardiente en el hueco de la caries, o bien se ponía un algodón empapado de anís.
Las heridas se "curaban" en algunos lugares echando en ellas un chorrito de vino de la bota y tapándolas con un trapo.
Para los catarros, el remedio: un buen vaso de leche, un chorro de coñac, aspirina... y a guardar cama.
Y qué me decis de los reconstituyentes "ponches" a base de huevo batido y coñac.
A las adolescentes y no tan adolescentes, a veces les dolía la barriga por la zona de los ovarios cuando les bajaba la regla. Pues nada, chupito de ginebra al canto.
Y aquellos niños de los años sesenta, más o menos, del pasado siglo, que para que les entrara las ganas de comer se les daba vino quinado. Aún recuerdo el anuncio aquél de quina Santa Catalina, que es medicina y es golosina, o ese otro del "Quinito", de quina San Clemente, que da unas ganas de comeeeeerrrr. Y con lo bueno que estaba, a ver quién se resistía a esa tentación de decir que no, que no tenía apetito.
Que el vino y demás bebidas espirituosas no era tema tabú con los pequeños, daban fe algunos monaguillos. Conocí a uno que ayudaba a un cura bonachón que, de cuando en cuando, libaba en la sacristía el delicioso vino de consagrar. Y no dudábamos los amiguillos en ofrecernos obsequiosos a ayudar en cualquier pequeño menester: acarrear unos bancos, cortar algunos hierbajos de los alrededores... sabedores de que luego nos esperaban unos recortes de las formas acompañados de unos traguitos de ese delicioso vino. Y nunca, por ello, tuvimos dolor de cabeza, que conste.
Esta más que interesante aportación del abuelo podría dar lugar a que otra mucha gente del foro trajese aquí los remedios caseros que conozca.
Enlazando con lo que se ha dicho de las sopetas, recuerdo que sólo hace unos lustros el alcohol, o mejor dicho, algunas bebidas que lo contuviesen se utilizaban como remedios de primera mano para algunas dolencias. Y no había reparo a usarlas con niños. Aquí traigo el recuerdo de algunas, de distintos lugares de la provincia.
Cuando dolían las muelas, se echaba un poquito de aguardiente en el hueco de la caries, o bien se ponía un algodón empapado de anís.
Las heridas se "curaban" en algunos lugares echando en ellas un chorrito de vino de la bota y tapándolas con un trapo.
Para los catarros, el remedio: un buen vaso de leche, un chorro de coñac, aspirina... y a guardar cama.
Y qué me decis de los reconstituyentes "ponches" a base de huevo batido y coñac.
A las adolescentes y no tan adolescentes, a veces les dolía la barriga por la zona de los ovarios cuando les bajaba la regla. Pues nada, chupito de ginebra al canto.
Y aquellos niños de los años sesenta, más o menos, del pasado siglo, que para que les entrara las ganas de comer se les daba vino quinado. Aún recuerdo el anuncio aquél de quina Santa Catalina, que es medicina y es golosina, o ese otro del "Quinito", de quina San Clemente, que da unas ganas de comeeeeerrrr. Y con lo bueno que estaba, a ver quién se resistía a esa tentación de decir que no, que no tenía apetito.
Que el vino y demás bebidas espirituosas no era tema tabú con los pequeños, daban fe algunos monaguillos. Conocí a uno que ayudaba a un cura bonachón que, de cuando en cuando, libaba en la sacristía el delicioso vino de consagrar. Y no dudábamos los amiguillos en ofrecernos obsequiosos a ayudar en cualquier pequeño menester: acarrear unos bancos, cortar algunos hierbajos de los alrededores... sabedores de que luego nos esperaban unos recortes de las formas acompañados de unos traguitos de ese delicioso vino. Y nunca, por ello, tuvimos dolor de cabeza, que conste.
Hola! Creo que L Garcia me gano de mano, ya que yò iva a deciros, de algunas de las medicinas caseras, que muy bien menciona Garcia, el huevo batido, en mi caso era con un vino dulce, para no crecer debiles.. el coñag con la aspirina, y leche, para los refrios y a la cama, otra muy interesante y por desgracia digo por que vivì la esperiencia, ya que sufri mucho de dolores de oidos era.. un dedal de leche, de madre, o sea de una mujer que estuviera amamantando, puesto en el oido, y te calmaba el dolor.. la leche de mujer sabemos que tiene muchisimas propiedades, seria tambien antibacteriana, pues el dolor se debe casi siempre a alguna infeciòn, y otra cosa no recuerdo que me dieran. Para el dolor de cabeza cascaras de pepino sobre la frente. Seguramente existen infinidad de formulas, por el momento no recuerdo otras.
Un saludo para todos! Ana.
Un saludo para todos! Ana.
Saludos, Ana. Seguro que, desde Argentina, tienes muchas cosas que contarnos que recuerdes o te hayan contado de Deza. Te pido lo mismo que a Eugenia, que nos cuentes cosas de allí que guarden alguna relación con estas tierras. Desempolvando viejos papeles, encuentro un artículo del desaparecido "Campo Soriano", nada menos que de junio de 1970 y que firma "Un Argentino", titulado "En Argentina hay DOS SORIAS".
"Dos pequeñas localidades vinculan, en territorio argentino, a la Soria secular con el Nuevo Mundo; una de ellas en la provincia de Córdoba, departamento de Río Cuarto; otra, en La Banda, provincia de Santiago del Estero. Dos parejes de reducida población en los que en ocasiones puede no reparar el transeúnte apresurado, que fueron en su hora fundados para recordar con su nombre a la bella ciudad española que su blasón, su historia y su alma proclaman como 'Soria, la pura'. Dos pueblos argentinos situados en distintas regiones y que por ello presentan características dispares. El cordobés, en comarca de intensa vida agrícola y ganadera, verde y ubérrima, conquista a la tierra sus riquezas con el trabajo fecundo de sus hijos. El santigueño, en zona de ardientes estíos y plácidos inviernos, poderosamente sugestivo por su vivencia telúrica, es de los pueblos que desbordan la aridez de su suelo en el espíritu y la música de sus habitantes, y que ahora enfrentan un futuro promisorio gracias a las nuevas obras hidráulicas. Uno y otro son dos pequeños puntos en el mapa de nuestra extensa nación que, como en toda circunstancia, confirman -en ocasión de estas fiestas sorianas- la unión entrañable entre España y la Argentina. Comunidad de ideales y de horizontes que transcurren, lenta e inexorablemente, como las aguas del Río Cuarto y el Río Dulce en las Sorias argentinas, y del Duero, en la maravillosa Soria de España."
Saludos desde España.
"Dos pequeñas localidades vinculan, en territorio argentino, a la Soria secular con el Nuevo Mundo; una de ellas en la provincia de Córdoba, departamento de Río Cuarto; otra, en La Banda, provincia de Santiago del Estero. Dos parejes de reducida población en los que en ocasiones puede no reparar el transeúnte apresurado, que fueron en su hora fundados para recordar con su nombre a la bella ciudad española que su blasón, su historia y su alma proclaman como 'Soria, la pura'. Dos pueblos argentinos situados en distintas regiones y que por ello presentan características dispares. El cordobés, en comarca de intensa vida agrícola y ganadera, verde y ubérrima, conquista a la tierra sus riquezas con el trabajo fecundo de sus hijos. El santigueño, en zona de ardientes estíos y plácidos inviernos, poderosamente sugestivo por su vivencia telúrica, es de los pueblos que desbordan la aridez de su suelo en el espíritu y la música de sus habitantes, y que ahora enfrentan un futuro promisorio gracias a las nuevas obras hidráulicas. Uno y otro son dos pequeños puntos en el mapa de nuestra extensa nación que, como en toda circunstancia, confirman -en ocasión de estas fiestas sorianas- la unión entrañable entre España y la Argentina. Comunidad de ideales y de horizontes que transcurren, lenta e inexorablemente, como las aguas del Río Cuarto y el Río Dulce en las Sorias argentinas, y del Duero, en la maravillosa Soria de España."
Saludos desde España.