Todos sabríamos definir la palabra “mentira”. Wikypedia dice que la mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa o parcial, esperando que los oyentes le crean, ocultando siempre la realidad en forma parcial o total.
Para mentir no es necesario pasar por luchas ni esfuerzos, simplemente no se debe caer en contradicciones para no correr el riesgo de ser descubierto. Pero el mentiroso tiene muchos recursos: “donde dije digo, digo diego”, ir rectificando conforme se le van demostrando sus mentiras achacándolas a otros, o simplemente sostenellas con su cara dura porque se sabe apoyado por otros tan embusteros como él, pero que esperan sacar beneficios, o conservar los adquiridos aplaudiendo sus mentiras. La persona sincera no tiene que vigilar la versión que da de sus decisiones, anécdotas y a los episodios vividos, porque los transcribe al dictado de su memoria; en cambio el mentiroso debe controlar qué versión da de su historia, para que resulte coherente con la que contó a cada una de las personas ante las que ha presumido. Desgraciadamente existen muchas personas que controlan sus mentiras y siempre tienen una excusa cuando son descubiertos, porque, tarde o temprano, lo serán. Recuerdo este refrán que escuché de niño en mi pueblo: “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”. El problema es cuando la mentira ha ocasionado daños irreversibles.
Hay muchas clases de mentiras: la mentira compulsiva, la mentira racional que siempre trata de conseguir un interés concreto, la emocional, la que atañe a la conducta individual que nos hace creernos otra persona, las mentiras piadosas, etc. la mentira puede ejercerse a lo largo de toda la vida, porque no tiene edad. Ya de niños mentimos y confundimos las fantasías con episodios reales. Los mayores mienten porque no han superado los problemas y engañan para alabarse como triunfadores, aunque nunca lo hayan conseguido. Algunos mentirosos doran tanto la mentira, y la repiten tantas veces, que terminan creyéndosela, otros la camuflan de modo que mezclan verdad con mentira y ya sabemos que no hay mayor mentira que una verdad a medias.
Mientras escribo estas líneas, escucho de fondo los discursos de los políticos que debaten en el Congreso.
Un saludo.
Para mentir no es necesario pasar por luchas ni esfuerzos, simplemente no se debe caer en contradicciones para no correr el riesgo de ser descubierto. Pero el mentiroso tiene muchos recursos: “donde dije digo, digo diego”, ir rectificando conforme se le van demostrando sus mentiras achacándolas a otros, o simplemente sostenellas con su cara dura porque se sabe apoyado por otros tan embusteros como él, pero que esperan sacar beneficios, o conservar los adquiridos aplaudiendo sus mentiras. La persona sincera no tiene que vigilar la versión que da de sus decisiones, anécdotas y a los episodios vividos, porque los transcribe al dictado de su memoria; en cambio el mentiroso debe controlar qué versión da de su historia, para que resulte coherente con la que contó a cada una de las personas ante las que ha presumido. Desgraciadamente existen muchas personas que controlan sus mentiras y siempre tienen una excusa cuando son descubiertos, porque, tarde o temprano, lo serán. Recuerdo este refrán que escuché de niño en mi pueblo: “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”. El problema es cuando la mentira ha ocasionado daños irreversibles.
Hay muchas clases de mentiras: la mentira compulsiva, la mentira racional que siempre trata de conseguir un interés concreto, la emocional, la que atañe a la conducta individual que nos hace creernos otra persona, las mentiras piadosas, etc. la mentira puede ejercerse a lo largo de toda la vida, porque no tiene edad. Ya de niños mentimos y confundimos las fantasías con episodios reales. Los mayores mienten porque no han superado los problemas y engañan para alabarse como triunfadores, aunque nunca lo hayan conseguido. Algunos mentirosos doran tanto la mentira, y la repiten tantas veces, que terminan creyéndosela, otros la camuflan de modo que mezclan verdad con mentira y ya sabemos que no hay mayor mentira que una verdad a medias.
Mientras escribo estas líneas, escucho de fondo los discursos de los políticos que debaten en el Congreso.
Un saludo.