Reivindicando a este castellano de pro que responde por Rodrigo Díaz de Vivar.
Cuando observas que franceses, ingleses... asumen su pasado sin complejos ni fanfarrias, duele que aquí despreciemos nuestra historia, la que ha hecho ser lo que somos, ni mejores ni peores, pero nosotros. (En Castilla nadie es más que nadie reza un hermoso adagio castellano.)
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
(Estribillo) El ciego sol, la sed y la fatiga
por la terrible estepa castellana
al destierro con doce de los suyos
polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga.
Buen Cid, ¡pasad! el rey nos dará muerte; arruinará nuestra casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja. ¡Idos!, que el cielo os colme de venturas.
En nuestro mal, ¡oh Cid!, no ganáis nada. Calla la niña y llora sin gemido.
Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros y una voz inflexible grita: ¡en marcha!
Cuando observas que franceses, ingleses... asumen su pasado sin complejos ni fanfarrias, duele que aquí despreciemos nuestra historia, la que ha hecho ser lo que somos, ni mejores ni peores, pero nosotros. (En Castilla nadie es más que nadie reza un hermoso adagio castellano.)
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
(Estribillo) El ciego sol, la sed y la fatiga
por la terrible estepa castellana
al destierro con doce de los suyos
polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga.
Buen Cid, ¡pasad! el rey nos dará muerte; arruinará nuestra casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja. ¡Idos!, que el cielo os colme de venturas.
En nuestro mal, ¡oh Cid!, no ganáis nada. Calla la niña y llora sin gemido.
Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros y una voz inflexible grita: ¡en marcha!