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DEZA: LUIS PITA...

LUIS PITA

No me resisto a transcribir el artículo "Un periodista" que Manuel Rivas, compañero y amigo personal, le dedicó a Luis Pita en "El País", y que aparece publicado al final de su libro, "El sauce llorón". El artículo bien recoge la personalidad de este soriano del alma, sin necesidad de partidas de nacimiento.

"A principios de este año, en un homenaje sin alharacas, le escuchamos el discurso más sobrecogedor de nuestra vida. Con su voz tenazmente reconstruida frente a los estragos de la enfermedad, hablaba Luis Pita y todos sabíamos que se estaba despidiendo. En una redacción que olía a plomo y en el Bar do Porto, que olía a licor de mar, había sido el maestro que ninguna universidad podría darnos. Y ese día nos ofrecía una última e impagable lección. Nos hizo reír en el abismo. Ante el puñado de compañeros dijo que no sentía ninguna nostalgia. El exiliado forzoso hablaba del retiro como una liberación. Su mano acariciaba la de su compañera. Con la dignidad del gladiador vencido, saboreaba las maravillosas epifanías cotidianas. Y dijo al auditorio: "No llores por mí, Argentina".
Luis Pita, 55 años, que navegó como un Ulises por la prensa atlántica, falleció el pasado domingo. Ni una esquela. No quiso regalarle esa exclusiva a la muerte.
Hay un cuento de lord Dunsany en que los personajes dicen a modo de despedida. "Hasta que el recuerdo vuelva al corazón del hombre". Yo recuerdo. En plena dictadura, desde una ventana de El Ideal Gallego, veo a un grupo de franquistas locales pedir la cabeza de Luis Pita. El rubio periodista ni se inmuta. Sigue tecleando. Desveló un thriller en el que el rufián era el mismísimo jefe de policía. En sus dedos danzaba la reina libertad. No la traicionó nunca, mientras por las hiedras de la transición trepaban tantos camaleones. Con su gabardina estilo Camus, por las calles mojadas, el incómodo chico de la prensa marchaba al ganchete de su reina.
Mientras lo incineraban, su perro Lucas perseguía una lavandera, de plumaje gris y blanco. Cuando regresó a la pequeña comitiva, olfateó con angustia entre los pies. Faltaba un olor. El de la libertad."

El País, 20/08/97