X- ¿ES NECESARIA LA REFORMA DEL SISTEMA DE PENSIONES? (Continuación)
-. POSIBILIDAD DEL PASE A UN SISTEMA DE CAPITALIZACIÓN.
-. Otra alternativa de reforma es pasar al sistema de capitalización. El problema está en que ya tenemos un sistema de reparto y como hacemos el tránsito, porque los cotizantes son los que pagan a los jubilados.
-. ¿Quién seguiría pagando si los que están hoy día en el sistema de reparto y están en activo pagando esas contribuciones, se fueran al sistema de capitalización?
-. ¿Quienes sostendrían a los pensionistas actuales?
-. ¿Quién los tendrá que pagar?.
-. Podríamos decir: que lo pague el Estado. -. Los cálculos hechos por los expertos para que el tránsito se realice sin dificultad es de 2 veces el PIB español. Por tanto, ésta no es la solución.
-. CONCLUSIÓN.
-. Tratándose de un problema que afecta tan directamente al bienestar presente y futuro, de prácticamente todos los miembros de la sociedad, todo aquello que contribuya a enriquecer la discusión y a formar la opinión de los ciudadanos sea bienvenido y con ese único fin he elaborado este trabajo.
-. ¿Es preciso tomar medidas para facilitar la viabilidad financiera del actual modelo de SS?.
-. ¿Es lícito transmitir a nuestros hijos, la carga de una fuerte deuda pública y un sistema de pensiones tanto más oneroso, pesado y molesto cuantos más jubilados haya?
-. La revisión del Pacto de Toledo es otra de las grandes asignaturas pendientes.
-. Los planes para la reforma de pensiones deben compartir el supuesto explícito de que la reforma es factible sólo si las ideas de los políticos son honestas, sólo si éstos reconocen las inconsistencias de los programas existentes, sólo si actúan de verdad en interés general. Las reformas requieren un apoyo político suficiente, que debe crearse dentro del marco de las instituciones.
-. Saludos. Lacalle Mediavilla.
-. POSIBILIDAD DEL PASE A UN SISTEMA DE CAPITALIZACIÓN.
-. Otra alternativa de reforma es pasar al sistema de capitalización. El problema está en que ya tenemos un sistema de reparto y como hacemos el tránsito, porque los cotizantes son los que pagan a los jubilados.
-. ¿Quién seguiría pagando si los que están hoy día en el sistema de reparto y están en activo pagando esas contribuciones, se fueran al sistema de capitalización?
-. ¿Quienes sostendrían a los pensionistas actuales?
-. ¿Quién los tendrá que pagar?.
-. Podríamos decir: que lo pague el Estado. -. Los cálculos hechos por los expertos para que el tránsito se realice sin dificultad es de 2 veces el PIB español. Por tanto, ésta no es la solución.
-. CONCLUSIÓN.
-. Tratándose de un problema que afecta tan directamente al bienestar presente y futuro, de prácticamente todos los miembros de la sociedad, todo aquello que contribuya a enriquecer la discusión y a formar la opinión de los ciudadanos sea bienvenido y con ese único fin he elaborado este trabajo.
-. ¿Es preciso tomar medidas para facilitar la viabilidad financiera del actual modelo de SS?.
-. ¿Es lícito transmitir a nuestros hijos, la carga de una fuerte deuda pública y un sistema de pensiones tanto más oneroso, pesado y molesto cuantos más jubilados haya?
-. La revisión del Pacto de Toledo es otra de las grandes asignaturas pendientes.
-. Los planes para la reforma de pensiones deben compartir el supuesto explícito de que la reforma es factible sólo si las ideas de los políticos son honestas, sólo si éstos reconocen las inconsistencias de los programas existentes, sólo si actúan de verdad en interés general. Las reformas requieren un apoyo político suficiente, que debe crearse dentro del marco de las instituciones.
-. Saludos. Lacalle Mediavilla.
El sistema de pensiones para la vejez imperante en Europa y en otros países desarrollados es el denominado “de reparto”. Este sistema exige de los trabajadores en activo unas cotizaciones que deben pagar al Estado durante toda su vida laboral. Las cantidades aportadas dejan de pertenecer al cotizante y no generan para éste derechos directos ni proporcionados. El trabajador no recibirá al jubilarse ni siquiera una devolución parcial de lo aportado, sino la pensión que el Estado en ese momento considere adecuada en base a diversos criterios sociales y macroeconómicos.
Un abrazo.
Un abrazo.
En el sistema de reparto, es el gobierno de cada momento quien decide todo: el monto de las cotizaciones y sus intervalos, la edad de jubilación de las personas, la cantidad de años exigible para percibir una pensión y la manera de calcular su cuantía. Además, es el propio Estado quien gestiona en exclusiva los fondos que recauda. Los resultados de esa gestión están a la vista.
Un abrazo.
Un abrazo.
A los trabajadores, el sistema les obliga a entregar al Estado unas cantidades arbitrarias, idénticas para cada intervalo de cotización. No existe la menor flexibilidad para, por ejemplo, aportar de más durante las etapas de bonanza y así poder cotizar menos cuando venga una mala época. El trabajador pierde todo derecho sobre las cantidades aportadas, y nadie le lleva la cuenta de cuánto ha cotizado y qué valor actual tendría ese dinero.
Pero quizá lo más doloroso sea la certidumbre de que, si el trabajador fallece, su familia no recuperará de forma directa ni siquiera una parte de lo que aportó. Tampoco podrá rescatar él mismo parte de los fondos en caso de una necesidad grave. En la práctica, los trabajadores saben que están cotizando para que el Estado atienda (y mal) a los pensionistas actuales y no a los futuros.
Un abrazo.
Pero quizá lo más doloroso sea la certidumbre de que, si el trabajador fallece, su familia no recuperará de forma directa ni siquiera una parte de lo que aportó. Tampoco podrá rescatar él mismo parte de los fondos en caso de una necesidad grave. En la práctica, los trabajadores saben que están cotizando para que el Estado atienda (y mal) a los pensionistas actuales y no a los futuros.
Un abrazo.
A los pensionistas, el sistema les da la cantidad que estima conveniente (o simplemente la cantidad posible en función del estado de las arcas públicas). Un cálculo de todo lo cotizado durante una vida laboral entera, en moneda constante y con una capitalización pesimista, arrojará generalmente un monto acumulado muy superior al dinero que va a percibir el pensionista durante lo que le quede de vida. La cuantía de la pensión vendrá determinada por un cómputo de los últimos quince años de cotización, y casi siempre será inferior al sueldo que alcanzó el trabajador en sus últimos años de trabajo.
En muchos casos el brusco descenso del nivel de vida al jubilarse llega a ser dramático, generando una sensación de pobreza, dependencia e indefensión en cuanto llega tu jubilación. En la práctica totalidad de los casos, los pensionistas cobramos cantidades injustamente bajas porque el sistema de reparto reduce la riqueza colectiva en lugar de preservar e incrementar la de cada cotizante. La sensación generalizada entre los pensionistas es la de haber sufrido un robo continuado durante décadas de trabajo y la de sentirse maltratados por la sociedad y obligados a vivir una vejez de privaciones y carencias.
Un abrazo.
En muchos casos el brusco descenso del nivel de vida al jubilarse llega a ser dramático, generando una sensación de pobreza, dependencia e indefensión en cuanto llega tu jubilación. En la práctica totalidad de los casos, los pensionistas cobramos cantidades injustamente bajas porque el sistema de reparto reduce la riqueza colectiva en lugar de preservar e incrementar la de cada cotizante. La sensación generalizada entre los pensionistas es la de haber sufrido un robo continuado durante décadas de trabajo y la de sentirse maltratados por la sociedad y obligados a vivir una vejez de privaciones y carencias.
Un abrazo.
Los pensionistas reciben una cantidad u otra en virtud de intervalos decididos por el gobierno del momento, sin que se aplique una justa proporcionalidad directa a las aportaciones realizadas. Además, el sistema prevé topes máximos de pensión pero no de cotización. Y por supuesto, el pensionista no puede optar por recibir de golpe una parte del dinero para, por poner unos ejemplos, cancelar su hipoteca, montar un negocio, comprar un inmueble o ayudar a sus hijos, porque la pensión siempre se percibe en forma de renta mensual.
Quizá uno de los casos más trágicos sea el de las personas que, poco antes de jubilarse, descubren que padecen una enfermedad terminal: toda una vida de cotización no les habrá servido de nada porque el sistema no les va a devolver lo aportado, que podría ser crucial para costearse un tratamiento no cubierto por el sistema público de salud o por su seguro privado.
En aquellos casos en que el jubilado no pudo cotizar bastante durante su vida laboral, recibirá una miserable pensión “no contributiva” con la que difícilmente podrá sobrevivir. Esto se debe a que el sistema, pretendidamente solidario, carece de un fondo de solidaridad que cotice por quienes temporal o definitivamente no puedan hacerlo.
Un abrazo.
Quizá uno de los casos más trágicos sea el de las personas que, poco antes de jubilarse, descubren que padecen una enfermedad terminal: toda una vida de cotización no les habrá servido de nada porque el sistema no les va a devolver lo aportado, que podría ser crucial para costearse un tratamiento no cubierto por el sistema público de salud o por su seguro privado.
En aquellos casos en que el jubilado no pudo cotizar bastante durante su vida laboral, recibirá una miserable pensión “no contributiva” con la que difícilmente podrá sobrevivir. Esto se debe a que el sistema, pretendidamente solidario, carece de un fondo de solidaridad que cotice por quienes temporal o definitivamente no puedan hacerlo.
Un abrazo.
Finalmente, la lógica del sistema de reparto hace necesario igualar la edad de jubilación de las personas, con independencia del capital que hayan aportado y acumulado, y al margen de cualquier otra consideración. Esto impide a quienes aman su trabajo continuar más allá de la edad prevista, y a quienes desean retirarse más temprano, hacerlo aunque hayan cotizado sobradamente. Además, las diferencias de longevidad entre individuos, determinadas frecuentemente por la genética o por las dolencias de cada persona, o incluso por zonas, por tipos de trabajo desempeñado o por género, hacen particularmente dramática la inflexibilidad en las edades de jubilación, ante la cual nada puede hacer la persona afectada. Como toda generalización, la del momento de jubilarse es, sencillamente, injusta.
Un abrazo.
Un abrazo.