Este aparato se llama vertedera y sirve para labrar
Labranza viene del verbo latino “laboro, laboras, laborare” que significa trabajar. Una vez aclarada la raíz latina de este nombre común, diré que labrar, convertido en verbo, es la acción de pasar el arado por la tierra o sea hacer surcos. En Deza hay un gran campo, de mucha extensión y para labrarlo, tenían en prácticamente todas las casa, por lo menos, un par de mulas o mulos. Es lo que se llama una yunta. Había quién no llegaba a tanto y solo poseía un animal. Este vecino, pongamos por caso, tendría que juntar su animal con el de otro, en días alternos, para realizar los trabajos en co-yunta. En cambio había otros propietarios con tres y hasta algunos con media docena de buenas mulas. Como ves, el abanico, era muy amplio. Las posibilidades de usar la fuerza bruta, en este caso, eran a elección del dueño puesto que podían arar de distintos modos y maneras y en distintas fincas a la vez. También hubo alguno, por oídas, que su herramienta para cultivar la tierra, era la azada rozadera. Pobrecillo, el animal era él.
Para las faenas del campo siempre se ha madrugado mucho. A las mulas había que alimentarlas antes de salir de casa y el amo (si no tenía criado) se levantaba sobre las cuatro de la mañana para darles el pienso que consistía en añadir a la paja del pesebre, individualmente, unos puñados de cebada o avena. Los animales, parecía que nunca tuviesen sueño y siempre estaban dispuestos para comer. De hecho es así ya que tienen que digerir gran cantidad de celulosa para aprovechar pequeñas cantidades de nutrientes, en un gran aparato digestivo. En cuanto al sueño hay un dicho popular que dice que una hora duerme el gallo, dos el caballo…Y por lo tanto los mulos, por afinidad y parentesco. Debe ser cierto.
Transcurridas un par de horas desde la administración del pienso, se bajaba a la cuadra y se aparejaban los animales. Entonces éramos todos aparejadores, sin título. Hoy se necesita un diploma y una titulación para serlo y ganan sus buenos sueldos. Creo que son una especie de arquitectos o así.
Los aparejos para las mulas lo formaban una sudadera que se ponía debajo del todo, sobre el pelo; la jalma que estaba repleta de paja o bien de lana y servía para suavizar la carga sobre el lomo y de la que salía una gran tira de cuero que rodeaba las posaderas para evitar desplazamientos hacia delante que se llamaba atarre y las anganillas. Las anganillas o angarillas, según los terrenos, es un armazón de madera que se acopla encima de la jalma con cuatro extremidades que se llaman samugas, de donde salen y van a parar los lazos de las sogas con que se sujetaba la mies que se acarreaba o bien los aperos de labranza. La cincha, para acabar, era una especie de cinturón grueso que rodeaba los aparejos alrededor de la espalda y por debajo del esternón y que se abrochaba a un costado, con una lazada.
Los aperos de labranza entonces se componían de un yugo para uncir la yunta, el aladro o la vertedera y el timón. El yugo a su vez estaba unido mediante las costillas a las colleras, en las cuales se metía el cuello de los animales que formaban la pareja de arrastre.
En el centro del yugo estaba la trasca y el barzón, donde se metía el extremo del timón que sujeto con una clavija, estiraba del aladro. Con este sistema muy bien estudiado, el aladro tenía giro en todas las direcciones posibles. Ya casi tenemos la yunta lista para labrar; solamente nos falta tirar los ramales hasta la esteba para dirigir y empezar a arrear las mulas.
Una vez que arreabas, el arado se introducía en la tierra mediante el barrón y la reja, trozos de hierro en punta que abrían camino ahuecándola y que junto con las orejeras, cortaba lateralmente las hierbas y cardos. El arado era el mismo que usaban los romanos en sus tiempos y se diferenciaba de aquel por alguna pequeña variación.
Seguiremos...
Un abrazo.
Labranza viene del verbo latino “laboro, laboras, laborare” que significa trabajar. Una vez aclarada la raíz latina de este nombre común, diré que labrar, convertido en verbo, es la acción de pasar el arado por la tierra o sea hacer surcos. En Deza hay un gran campo, de mucha extensión y para labrarlo, tenían en prácticamente todas las casa, por lo menos, un par de mulas o mulos. Es lo que se llama una yunta. Había quién no llegaba a tanto y solo poseía un animal. Este vecino, pongamos por caso, tendría que juntar su animal con el de otro, en días alternos, para realizar los trabajos en co-yunta. En cambio había otros propietarios con tres y hasta algunos con media docena de buenas mulas. Como ves, el abanico, era muy amplio. Las posibilidades de usar la fuerza bruta, en este caso, eran a elección del dueño puesto que podían arar de distintos modos y maneras y en distintas fincas a la vez. También hubo alguno, por oídas, que su herramienta para cultivar la tierra, era la azada rozadera. Pobrecillo, el animal era él.
Para las faenas del campo siempre se ha madrugado mucho. A las mulas había que alimentarlas antes de salir de casa y el amo (si no tenía criado) se levantaba sobre las cuatro de la mañana para darles el pienso que consistía en añadir a la paja del pesebre, individualmente, unos puñados de cebada o avena. Los animales, parecía que nunca tuviesen sueño y siempre estaban dispuestos para comer. De hecho es así ya que tienen que digerir gran cantidad de celulosa para aprovechar pequeñas cantidades de nutrientes, en un gran aparato digestivo. En cuanto al sueño hay un dicho popular que dice que una hora duerme el gallo, dos el caballo…Y por lo tanto los mulos, por afinidad y parentesco. Debe ser cierto.
Transcurridas un par de horas desde la administración del pienso, se bajaba a la cuadra y se aparejaban los animales. Entonces éramos todos aparejadores, sin título. Hoy se necesita un diploma y una titulación para serlo y ganan sus buenos sueldos. Creo que son una especie de arquitectos o así.
Los aparejos para las mulas lo formaban una sudadera que se ponía debajo del todo, sobre el pelo; la jalma que estaba repleta de paja o bien de lana y servía para suavizar la carga sobre el lomo y de la que salía una gran tira de cuero que rodeaba las posaderas para evitar desplazamientos hacia delante que se llamaba atarre y las anganillas. Las anganillas o angarillas, según los terrenos, es un armazón de madera que se acopla encima de la jalma con cuatro extremidades que se llaman samugas, de donde salen y van a parar los lazos de las sogas con que se sujetaba la mies que se acarreaba o bien los aperos de labranza. La cincha, para acabar, era una especie de cinturón grueso que rodeaba los aparejos alrededor de la espalda y por debajo del esternón y que se abrochaba a un costado, con una lazada.
Los aperos de labranza entonces se componían de un yugo para uncir la yunta, el aladro o la vertedera y el timón. El yugo a su vez estaba unido mediante las costillas a las colleras, en las cuales se metía el cuello de los animales que formaban la pareja de arrastre.
En el centro del yugo estaba la trasca y el barzón, donde se metía el extremo del timón que sujeto con una clavija, estiraba del aladro. Con este sistema muy bien estudiado, el aladro tenía giro en todas las direcciones posibles. Ya casi tenemos la yunta lista para labrar; solamente nos falta tirar los ramales hasta la esteba para dirigir y empezar a arrear las mulas.
Una vez que arreabas, el arado se introducía en la tierra mediante el barrón y la reja, trozos de hierro en punta que abrían camino ahuecándola y que junto con las orejeras, cortaba lateralmente las hierbas y cardos. El arado era el mismo que usaban los romanos en sus tiempos y se diferenciaba de aquel por alguna pequeña variación.
Seguiremos...
Un abrazo.