En esencia el arado de nuestros tiempos era el mismo que usaban los romanos, un poco mejorado y más aerodinámico que se dice, puesto que se adentraba en el subsuelo con diferente gracia ya que no era tan tosco.
Con el roce constante con la tierra y las piedras, el barrón había que aguzarlo a menudo por el desgaste que sufría. Esta operación la realizaba el herrero en su fragua poniendo al rojo vivo el hierro que posteriormente se golpeaba enérgicamente en el yunque, hasta darle la forma deseada. Acto seguido se metía en agua fría para darle el temple en su punto justo; el que se requiere para que no se doble ni se quiebre, al hacer su función. Ellos eran maestros en este arte y cada cual tenía su técnica pasada de padres a hijos.
Si analizamos punto por punto las cosas que se necesitan para ir a labrar, nos encontramos con la sorpresa de que desconocemos la mayor parte, de sus componentes, en detalle.
El yugo, que podía ser metálico o de madera lo componían nada menos que once piezas: El armazón, cuatro costillas, cuatro pasadores, el abarcón (barzón) y la correa a la que se le llamaba trasca.
El aladro estaba compuesto por ocho: La cama, la reja, el barrón, la esteba, dos orejeras y el pescuño de madera con su aro metálico.
También estaba el aladrillo, artilugio que surgió como consecuencia del cultivo de la remolacha y que era un arado pequeño que pasaba entre las hileras de las plantaciones con objeto de ayudar a matar la hierba, ahorrando un poco trabajo de azada.
La vertedera era una especie de arado sin orejeras en las que una teja que se giraba a voluntad, volvía una cuchilla al comienzo de cada surco, muy efectiva para cortar las hierbas correosas, tal como los cardos y más específicamente las mielgas. De hecho esta herramienta acabó prácticamente con esta plaga. Mi padre solía decirme que antes de este invento no se cogía en todo el término del pueblo ni para llenar un cencerro con toda la cosecha de trigo.
En el timón que era de madera, se podían diferenciar tres partes: El timón, el enganche con el tornillo de dar profundidad y el clavijero. Si se labraba con un solo animal se usaba el forcate, una especie de horquilla grande que rodeaba su cuerpo por ambos costados y que se enganchaba en la collera. También se podía arar con el timón a un costado; pero era más engorroso.
A todo esto hay que añadir que las mulas llevaban el cabestro, las anteojeras y los ramales. Con ellas se necesitaban las bozaleras llenas de paja, el talego del pienso y dos mantas para taparlas en los descansos para que al estar sudadas, no se enfriaran.
Seguiremos...
Un abrazo
Con el roce constante con la tierra y las piedras, el barrón había que aguzarlo a menudo por el desgaste que sufría. Esta operación la realizaba el herrero en su fragua poniendo al rojo vivo el hierro que posteriormente se golpeaba enérgicamente en el yunque, hasta darle la forma deseada. Acto seguido se metía en agua fría para darle el temple en su punto justo; el que se requiere para que no se doble ni se quiebre, al hacer su función. Ellos eran maestros en este arte y cada cual tenía su técnica pasada de padres a hijos.
Si analizamos punto por punto las cosas que se necesitan para ir a labrar, nos encontramos con la sorpresa de que desconocemos la mayor parte, de sus componentes, en detalle.
El yugo, que podía ser metálico o de madera lo componían nada menos que once piezas: El armazón, cuatro costillas, cuatro pasadores, el abarcón (barzón) y la correa a la que se le llamaba trasca.
El aladro estaba compuesto por ocho: La cama, la reja, el barrón, la esteba, dos orejeras y el pescuño de madera con su aro metálico.
También estaba el aladrillo, artilugio que surgió como consecuencia del cultivo de la remolacha y que era un arado pequeño que pasaba entre las hileras de las plantaciones con objeto de ayudar a matar la hierba, ahorrando un poco trabajo de azada.
La vertedera era una especie de arado sin orejeras en las que una teja que se giraba a voluntad, volvía una cuchilla al comienzo de cada surco, muy efectiva para cortar las hierbas correosas, tal como los cardos y más específicamente las mielgas. De hecho esta herramienta acabó prácticamente con esta plaga. Mi padre solía decirme que antes de este invento no se cogía en todo el término del pueblo ni para llenar un cencerro con toda la cosecha de trigo.
En el timón que era de madera, se podían diferenciar tres partes: El timón, el enganche con el tornillo de dar profundidad y el clavijero. Si se labraba con un solo animal se usaba el forcate, una especie de horquilla grande que rodeaba su cuerpo por ambos costados y que se enganchaba en la collera. También se podía arar con el timón a un costado; pero era más engorroso.
A todo esto hay que añadir que las mulas llevaban el cabestro, las anteojeras y los ramales. Con ellas se necesitaban las bozaleras llenas de paja, el talego del pienso y dos mantas para taparlas en los descansos para que al estar sudadas, no se enfriaran.
Seguiremos...
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