Regreso de nuevo al costumbrismo de nuestro pueblo, Deza, para volcar algunos de mis recuerdos de niño. En esta ocasión voy a intentar detallar lo que significaba para nosotros un día tan esperado como lo era el de San Roque- La Cruz de Mayo-. Para comprenderlo, como he mencionado en muchas ocasiones, hemos de remontarnos a aquellos tiempos en que no teníamos televisión, ni apenas aparatos de radio, que nuestros juegos eran muy distintos a los actuales y que, tras un largo invierno, comenzábamos a disfrutar de la incipiente primavera deseosos de cualquier acontecimiento que rompiera la monotonía.
Aquel tres de Mayo, los músicos de Torrijo recorrieron el pueblo con una diana floreada y con alegres pasacalles. Mis tíos y mi prima, que entonces vivían en la placita del Cuenco, subieron hasta nuestra casa con la mula Pastora, bien pertrechada como requería la ocasión, para juntarnos toda la familia y realizar así la subida a la ermita. Mi padre enjaezó el macho Noble, que había sustituido a la mula Torda- la que mató el rayo-, con una jalma nueva y un atarre de colores; el Noble era un animal dócil y estaba destinado para subirnos a nosotros, los niños; mi madre y mi tía irían en la Pastora, y mi padre y mi tío subirían andando, sujetando los ramales. Recuerdo que hacía poco más de un año que había fallecido mi abuela y ambos llevaban todavía una camisa de rayas blancas y negras, tal y como se manifestaba entonces el luto. Mi tío llevaba la boina a lo jaque, ladeada, mientras mi padre la llevaba como si tratase de un solideo. Mi madre y mi tía vestían de negro y sé que, si subieron aquel año a la ermita, fue motivado únicamente por la ilusión de llevarnos a los niños.
Aquel tres de Mayo, los músicos de Torrijo recorrieron el pueblo con una diana floreada y con alegres pasacalles. Mis tíos y mi prima, que entonces vivían en la placita del Cuenco, subieron hasta nuestra casa con la mula Pastora, bien pertrechada como requería la ocasión, para juntarnos toda la familia y realizar así la subida a la ermita. Mi padre enjaezó el macho Noble, que había sustituido a la mula Torda- la que mató el rayo-, con una jalma nueva y un atarre de colores; el Noble era un animal dócil y estaba destinado para subirnos a nosotros, los niños; mi madre y mi tía irían en la Pastora, y mi padre y mi tío subirían andando, sujetando los ramales. Recuerdo que hacía poco más de un año que había fallecido mi abuela y ambos llevaban todavía una camisa de rayas blancas y negras, tal y como se manifestaba entonces el luto. Mi tío llevaba la boina a lo jaque, ladeada, mientras mi padre la llevaba como si tratase de un solideo. Mi madre y mi tía vestían de negro y sé que, si subieron aquel año a la ermita, fue motivado únicamente por la ilusión de llevarnos a los niños.
Hola Pefeval: Muy bonito tu relato, como siempre. El año que citas creo que fue 1958 y lo digo porque la carta que se envió a los músicos de Torrijo, la escribí yo mismo en la secretaría del Ayuntamiento. Hasta aquel año esta entrañable fiesta no era amenizada por ninguna banda de música. Al año siguiente, que ya trabajaba en Zaragoza, fuí en compañía de los hermanos Fortunato y Pedro a pasar ese día y también disfrutamos de la misma banda. Lo que ya no sé cuantos años continuaron llegando a dicho festejo.
Un abrazo
Un abrazo
Gracias, José Luis. Creo que, efectivamente, fue en el 58. Lo deduzco por la referencia del recuerdo del fallecimiento de mi abuela. También recuerdo que tu estabas como administrativo en el ayuntamiento, creo que con D Melánio Martínez, que se trasladó a Zaragoza y falleció hace uno años.
Un abrazo
Un abrazo