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DEZA: Ayer se celebró el 70 aniversario de la muerte de Machado...

Ayer se celebró el 70 aniversario de la muerte de Machado en Collioure.
Mucho se podría escribir acerca de la vida de Antonio Machado en Soria; sin embargo me limitaré a hacer un pequeño esbozo de su paso y su afinidad por nuestra tierra en la que se encontró feliz como demuestran muchos testimonios:
En 1818, en una carta escrita a Pedro chico le dirá: “si la felicidad es algo posible y real, que es lo que a veces siento, yo la identifico mentalmente con mis años pasados en Soria y con el amor de mi mujer”.
Aunque, años más tarde en otra carta a Pilar de Valderrama (Guiomar) le comentará que “el día de mi boda, fue para mi un verdadero martirio”, sin duda refiriéndose a las protestas de unos jóvenes que, escondidos en los soportales, profirieron gritos referentes a la diferencia de edad entre los contrayentes, aquello no pasó de un puntual y pequeño incidente que enseguida olvidó.
Una vez incorporado a la docencia después de la boda, acude a sus clases con una gran ilusión y entusiasmo. Se nota un gran cambio en él y, cuando termina su jornada lectiva, acude con presteza a su casa para reunirse con Leonor y pasear. Juntos recorren una Soria muy distinta para el poeta.
La fotografía en uno de los paseos de los jóvenes, refleja mejor que mil palabras la felicitad en la cara de la niña Leonor y del sensible poeta y profesor.
Machado sintió curiosidad por conocer la tierra de su esposa; un día de 1910 salió para conocer el nacimiento del Duero y se dirigió con unos amigos hasta Cidones en coche, andando hasta Vinuesa, pasando por La Medra- inundado hace muchos años-, a caballo hasta Covaleda y caminando de nuevo hasta el Pico de Urbión. Una vez arriba les sorprende una fuerte tormenta y han de bajar por Revinuesa hasta la Laguna Negra. Llegados a Soria, Antonio comenta con su mujer el camino recorrido y aquellos paisajes sorianos que han dejado una profunda huella en su alma. Esta visita servirá para crear el romance “La tierra de Alvargonzález”, parte del cual terminará en París y en cuyo prólogo dice. “Cinco años en las tierras de Soria, hoy para mi sagradas -allí me casé, allí perdí a mi esposa a quien adoraba-, orientaron mis ojos y mi corazón hacía lo esencial castellano”
Cuando en París le diagnostican a Leonor la tuberculosis, y el médico les recomiendan un lugar donde pueda respirar aire puro, no dudan en regresar a Soria y alquilar una casita en el camino del Mirón, donde Leonor parece recobrarse, y renacen nuevas esperanzas que después se verán truncadas.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Un saludo