DEZA: La máquina de segar....

La máquina de segar.

Ayer tratamos de la siega; pero lo hacíamos a hoz o sea a mano. poquito a poco. Hoy nos vamos a aprovechar de los adelantos modernos y nos ayudaremos de la maquinaría. Y empezaremos relatando. como poco a poco se fue modernizando la agricultura.
La hoz quedó relegada a faenas de poca monta y secundarias cuando apareció la maquinaria, como ayuda en la agricultura. Pero… ¿Qué era una máquina de segar me preguntará alguno? Pues era un invento que iba sobre ruedas, sobre dos ruedas, una de ellas llamada la motriz por transmitir el movimiento rotatorio a unos engranajes que accionaban unas cuchillas en vaivén y que cortaban la mies; y que unos rastrillos en rotación constante la apartaban a una tolva. Las primeras máquinas de segar fueron las gavilleras, estiradas por una o dos mulas, que segaban la mies y la dejaban suavemente en tierra formando gavillas, mas o menos grandes a voluntad, que se debían de atar con un vencejo posteriormente, para acarrearlas.
De hecho la siega se hacía muy rápida. Lo peor venía al tener que atar todo lo segado. Cuando veías la paramera de gavillas extendidas por la pieza te ponías malo pues el trabajo bajo el sol era pesado, de verdad. Una persona mayor era la que echaba la lazada al fajo con su garrotillo, después de poner los ayudantes, por lo general sus chiquillos, tres gavillas al bies. El garrotillo era un palo curvado que se llevaba al cinto o en la faja y que servía para dar la vuelta a los extremos del vencejo que se juntaban y se retorcían y que los buenos eran de escorna cabras, un arbusto que se cría en la sierra.
Una vez le segaron a mi padre, con la gavillera, una pieza en San Roque y vino un remolino y le esparció toda la mies, dejándole una extendelera que no hubo manera de atar ni un solo fajo. Se recogió lo que buenamente se pudo y se acarreó a la era, en algadijos.
Mi padre fue propietario de una de aquellas máquinas, de las más grandes para colmo. No diré otra cosa. Desde que la compró terminaba el último en las faenas de la era.
Al mismo tiempo quizá, aparecieron las atadoras, que además de segar te tiraban los fajos a un recogedor, ya atados con una cuerda de sisal y que se podían dejar en hileras, a voluntad de un operario que estaba al tanto.
El inconveniente de estas máquinas es que costaban mucho mas dinero y se necesitaban tres buenas mulas para estirar de ella para que llevara un poco de aire, que decimos y también un lugar donde guardarla de las inclemencias del tiempo durante once meses que estaba parada, puesto que las lonas, las partes no metálicas y los mecanismos delicados, se echaban a perder con el agua, los vientos y las nieves.
Se adelantaba mucho en la faena de la siega a no ser que tuvieses alguna avería, cosa frecuente, pues su funcionamiento era complicado y los materiales no eran como los de ahora. El atador que se encargaba de rodear la gavilla con la cuerda, echar el nudo y cortarla, con una cuchilla que a menudo perdía el corte, era su mayor pega.
Mi padre recién casado fue de ayudante con el tio Pedro Alcalde y me contaba que una vez le advirtió de que la máquina que iba segando se dejaba muchas espigas, contestándole el amo que tirara y no hiciera caso pues mientras la máquina hiciese ruido, ya estaba bien.
Mi progenitor, el pobre, siempre soñó con una atadora y no llegó a conseguirla jamás por una u otra causa. Ya la tenían en su casa antes de casarse y la entendía a las mil maravillas. Creo que fue uno de sus deseos de su vida, no alcanzados.
El mayor martirio para el agricultor de Deza siempre ha sido la diseminación de sus piezas o fincas. Tenías que desplazarte, de unas a otras con las máquinas por caminos muy mal preparados en los que se perdía la mayor parte del tiempo y encima echabas a perder la maquinaria, que era un tesoro en aquel tiempo, con el traqueteo de las piedras. Lo que se podía haber hecho en una semana, igual tardabas tres. Encima en nuestro pueblo no sé por qué razones nunca cuajó la concentración parcelaria, que era el mejor bien que podían haber tenido. Tengo que decir que mi opinión es particular. Habría otros intereses partidistas muy poderosos y por eso no cuajó.
Una vez hecha la siega venía el hascalar, que no es otra cosa que amontonar “fasces” o sea haces o fajos. Como es una palabra que no está en el diccionario yo me permito escribirla a mi gusto. Lo que si sé es que la letra efe, del castellano antiguo se convirtió en hache posteriormente y deduzco que debería escribirse así.
El hascal no es otra cosa que un montón de haces en forma piramidal, con las espigas hacia dentro, para evitar en caso de granizada, la pérdida de grano. Muchas veces eran las mujeres las encargadas de llevar a cabo esta acción bastante pesada, que perjudicaba seriamente los dedos y las manos femeninas, además de hacer sudar a las pobres, como unas bestias pues encima iban tapadas con un pañolón que las asfixiaba.
Acabaré diciendo que todavía nos queda pasar el rastrillo y replegar las valorrias ya que hay que recoger todas las espigas que hayan caído en los procesos anteriores.
El inconveniente de la máquina era que había que hacer las orillas con la hoz al objeto de no machacar una buena porción del sembrado, más acarreo, más paja y granzón, y encima muchas averías algunas de las cuales te dejaban tirado dos o tres días pues la cuestión del suministro de los repuestos estaba muy difícil, por entonces.
Los análisis que se pueden hacer en este apartado, son de diferente naturaleza. La ventaja de la maquinaria era al parecer beneficiosa, para todo aquel que tuviese grandes extensiones de tierra. Con la hoz, aun siendo una cuadrilla, se adelantaba en apariencia poco ya que todo se hacía a golpe de tirar garramanchadas en un campo que parecía cada vez más grande. Con la máquina, las ollas de adobo se las comían los de casa y con la hoz, los peones.

Un abrazo.