LA GRAN VÍA DE MADRID: ZARZUELA Y AVENIDA I
-. Domingo, 4 de abril de 2010, centenario de “ la Gran Vía madrileña”. -.
A pesar de las reformas urbanísticas realizadas por Carlos III, José I y en tiempos de la Desamortización, el centro de Madrid, seguía siendo a finales de siglo XIX una maraña de callejuelas estrechas e intrincadas que conservaba el carácter de ciudad medieval y barroca. En varias ocasiones se había hablado de la posibilidad de abrir una vía de comunicación a través del centro, una Gran Vía digna de la gran capital que debía ser Madrid.
-. En 1857, el urbanista C. M. de Castro redacta un plan de ordenación de Madrid, que chocó con obstáculos para su realización. Cuando José Abascal ocupa la alcaldía, en un nuevo proyecto, se planea la prolongación de la C. Preciados hasta la Plaza de San Marcial (hoy Plaza de España), lo que permitiría la comunicación de La Puerta del Sol con los nuevos barrios Del Noroeste. Pero es en 1886, cuando por encargo del ayuntamiento, Carlos Velasco y Peinado presenta el primer proyecto de Gran Vía, que atravesaría todo el centro de Madrid. A pesar de que había empresas francesas interesadas en el proyecto, las obras no comenzaron por las dificultades legales y financieras.
-. Durante los años siguientes se hicieron nuevos intentos de poner en práctica el proyecto, hasta que en 1.904 se aprobó el proyecto definitivo de la Gran Vía. La primera piedra se colocó en 1910 y no se terminó hasta los años 50, con la urbanización de la Plaza de España.
-. Pero si la Gran Vía no se comenzó en 1886, tuvo en aquella fecha un efecto calculado. El 2 de julio se estrenaba en el Teatro Felipe, la revista madrileña cómico-lírica fantástico-callejera original de un periodista sevillano afincado en Madrid, Felipe Pérez y González, con música del madrileño Chueca y el extremeño Valverde, titulada la Gran Vía.
-. El teatro Felipe era un teatro provisional de madera, situado entonces en el Salón del Prado, entre la verja del Retiro y el actual Palacio de Comunicaciones, (tuvo tre emplazamientos distintos) y era propiedad del empresario Ducazcal. En cuanto a Chueca, era uno de los músicos más populares de Madrid, que dirigía el Teatro Variedades, pero aún no había alcanzado la fama que, a partir de esta obra llegó a tener. De increíble facilidad, aunque no tenía los estudios musicales completos, por lo que solía escribir en colaboración con alguien que, como el maestro Valverde, le hacía la orquestación y éste escribió la música de muchas zarzuelas populares del género chico, como Agua, azucarillos y aguardiente con Chueca y otras colaboraciones con otros músicos. Debido al extenso del reparto de la obra, para reforzar la compañía del T. Variedades, que hacía la temporada de verano en el Teatro Felipe se contrataron a nuevos cantantes y actores, como Lucía Pastor como Menegilda, y José y Emilio Mesejo como rata 1ª y2ª, como primer actor cómico al popular Julio Ruiz, rata3ª y el comadrón. y al barítono Joaquín Manini como Caballero de Gracia
-. La Gran Vía alcanzó de inmediato un éxito fulminante. Se hicieron 1000 representaciones seguidas. La obra pasó al Apolo (C. Alcalá –C. Barquillo), donde estuvo cuatro temporadas ininterrumpidamente. El éxito se extendió a España, Paris, Turín y sonaba en las orquestinas de casinos, hoteles y balnearios de aquella vieja Europa que nos parecía tan lejana. El número de las ratas, que impresionó a Nietzsche, fue uno de los preferidos de todos los públicos y el vals del Caballero de Gracia o los Marineritos. No menos famoso se hizo el número de la Menegilda, la criada deslenguada que vive de la sisa y de vender sus favores a señores. El “Pobre chica” se repitió cuatro veces el día del estreno, pasó inmediatamente a la calle, donde se convirtió en uno de los primeros cantables que todo el mundo conocía y se repetía hasta la saciedad.
-. La melodía, cadenciosa, y bien marcada, biografía doméstica de la criada es jocosa. El tango dice así: “Pobre chica / la que tiene que servir /más va-liera / que se llegase a morir.../Cuando yo vine aquí/ lo primero que al pelo aprendí/ fue a fregar, a barrer, a planchar y a coser. /Pero viendo que estas cosas/no me hacían prosperar / consulté con mi conciencia /y al punto me dijo: “ Aprende a sisar”. / Salí tan mañosa que al cabo de un año / tenía tres trajes de seda y satén./ A nada que ustedes discurran un poco /ya han adivinado / o se han figurado / de donde saldría …/ para ello el parné ”.
-. Precisamente la popularidad del número movió al autor a modificar su texto, introduciendo una réplica del ama de la Menegilda. Doña Virtudes que, con la misma música de la criada, le replica: “Po-bres a-mas/las que tienen que sufrir/a es-tas tru-chas/ de criadas de servir./ Porque si una no tiene/ por las mañanas mucho de acá,/crea usted caballero,/ que la dividen por la mitad “. No fue el de doña Virtudes el único número que se añadió a la Gran Vía. Se añadieron nuevas novedades hasta 1887, que hacían que los espectadores volviesen a ver la obra, cuyo resultado fue una obra diferente a la estrenada.
-. La Gran Vía responde perfectamente al subgénero de” revista” dentro del “género chico”: una simple articulación de escenas, en que se hace un repaso de lo sucedido en los últimos tiempos en Madrid. No se busca una historia que una los sucesos, de modo que el hilo conductor suele ser un personaje que le explica al público lo que está viendo o, como en el caso de “la Gran Vía,” una pareja que va comentando lo que vé.
-. La “Gran Vía “ tiene sólo dos tipos de escenas: la que retratan la ciudad misma, sus calles, sus plazas, sus barriadas marginales y las que nos hablan de las gentes que la habitan. La estructura es episódica y deshilvanada; el planteamiento alegórico y fantástico. Y sin embargo, la visión que se nos ofrece de Madrid no puede ser más cierta: una ciudad donde los grandes proyectos contrastan con el abandono general de las calles y plazas, donde los poderosos viven de la corrupción y todos esperan “ turrón” del Estado. Una ciudad donde los humildes, para sobrevivir, tienen que recurrir a todos los medios. Una ciudad obsesionada con los toros y las diversiones. Una ciudad, en fín, donde todos sus proyectos que nunca se cumplen, y cuando lo hacen es a costa del pobre.
-. En resumen, la Gran Vía es un ejemplo de sátira política y social de gran frescura, que refleja todo una época, con más fidelidad que muchas obras pretendientemente realistas. Con toda dispersión, su tendencia es al chiste fácil y su incoherencia, es un ejemplo de teatro popular que, sin contaminación del sainete costumbrista, que arrastra una una visión moralizadora, llena alguna de las mejores páginas del género chico.
-. Mi recuerdo emocionado a Sélica Pérez de Carpio, que la veo envuelta en graciosa figura en un mantón de grandes flores y empezándose a dolerse de sus desdichas cantando:” Pobre chica…”, en el teatro de la Zarzuela en la década de los 60.
-. La calle Gran Vía nació con bautismo musical, con un alegre y gracioso cambio de ritmo, que entrañaba una idea de una España abierta a la modernidad, por obra de un músico que hizo bailar a los guardias, a los ratas, a los barrenderos, a las modistillas, manolos y chisperos, que deambulaban con paso firme, marchoso y postinero por esa futura Gran Via.
-. Domingo, 4 de abril de 2010, centenario de “ la Gran Vía madrileña”. -.
A pesar de las reformas urbanísticas realizadas por Carlos III, José I y en tiempos de la Desamortización, el centro de Madrid, seguía siendo a finales de siglo XIX una maraña de callejuelas estrechas e intrincadas que conservaba el carácter de ciudad medieval y barroca. En varias ocasiones se había hablado de la posibilidad de abrir una vía de comunicación a través del centro, una Gran Vía digna de la gran capital que debía ser Madrid.
-. En 1857, el urbanista C. M. de Castro redacta un plan de ordenación de Madrid, que chocó con obstáculos para su realización. Cuando José Abascal ocupa la alcaldía, en un nuevo proyecto, se planea la prolongación de la C. Preciados hasta la Plaza de San Marcial (hoy Plaza de España), lo que permitiría la comunicación de La Puerta del Sol con los nuevos barrios Del Noroeste. Pero es en 1886, cuando por encargo del ayuntamiento, Carlos Velasco y Peinado presenta el primer proyecto de Gran Vía, que atravesaría todo el centro de Madrid. A pesar de que había empresas francesas interesadas en el proyecto, las obras no comenzaron por las dificultades legales y financieras.
-. Durante los años siguientes se hicieron nuevos intentos de poner en práctica el proyecto, hasta que en 1.904 se aprobó el proyecto definitivo de la Gran Vía. La primera piedra se colocó en 1910 y no se terminó hasta los años 50, con la urbanización de la Plaza de España.
-. Pero si la Gran Vía no se comenzó en 1886, tuvo en aquella fecha un efecto calculado. El 2 de julio se estrenaba en el Teatro Felipe, la revista madrileña cómico-lírica fantástico-callejera original de un periodista sevillano afincado en Madrid, Felipe Pérez y González, con música del madrileño Chueca y el extremeño Valverde, titulada la Gran Vía.
-. El teatro Felipe era un teatro provisional de madera, situado entonces en el Salón del Prado, entre la verja del Retiro y el actual Palacio de Comunicaciones, (tuvo tre emplazamientos distintos) y era propiedad del empresario Ducazcal. En cuanto a Chueca, era uno de los músicos más populares de Madrid, que dirigía el Teatro Variedades, pero aún no había alcanzado la fama que, a partir de esta obra llegó a tener. De increíble facilidad, aunque no tenía los estudios musicales completos, por lo que solía escribir en colaboración con alguien que, como el maestro Valverde, le hacía la orquestación y éste escribió la música de muchas zarzuelas populares del género chico, como Agua, azucarillos y aguardiente con Chueca y otras colaboraciones con otros músicos. Debido al extenso del reparto de la obra, para reforzar la compañía del T. Variedades, que hacía la temporada de verano en el Teatro Felipe se contrataron a nuevos cantantes y actores, como Lucía Pastor como Menegilda, y José y Emilio Mesejo como rata 1ª y2ª, como primer actor cómico al popular Julio Ruiz, rata3ª y el comadrón. y al barítono Joaquín Manini como Caballero de Gracia
-. La Gran Vía alcanzó de inmediato un éxito fulminante. Se hicieron 1000 representaciones seguidas. La obra pasó al Apolo (C. Alcalá –C. Barquillo), donde estuvo cuatro temporadas ininterrumpidamente. El éxito se extendió a España, Paris, Turín y sonaba en las orquestinas de casinos, hoteles y balnearios de aquella vieja Europa que nos parecía tan lejana. El número de las ratas, que impresionó a Nietzsche, fue uno de los preferidos de todos los públicos y el vals del Caballero de Gracia o los Marineritos. No menos famoso se hizo el número de la Menegilda, la criada deslenguada que vive de la sisa y de vender sus favores a señores. El “Pobre chica” se repitió cuatro veces el día del estreno, pasó inmediatamente a la calle, donde se convirtió en uno de los primeros cantables que todo el mundo conocía y se repetía hasta la saciedad.
-. La melodía, cadenciosa, y bien marcada, biografía doméstica de la criada es jocosa. El tango dice así: “Pobre chica / la que tiene que servir /más va-liera / que se llegase a morir.../Cuando yo vine aquí/ lo primero que al pelo aprendí/ fue a fregar, a barrer, a planchar y a coser. /Pero viendo que estas cosas/no me hacían prosperar / consulté con mi conciencia /y al punto me dijo: “ Aprende a sisar”. / Salí tan mañosa que al cabo de un año / tenía tres trajes de seda y satén./ A nada que ustedes discurran un poco /ya han adivinado / o se han figurado / de donde saldría …/ para ello el parné ”.
-. Precisamente la popularidad del número movió al autor a modificar su texto, introduciendo una réplica del ama de la Menegilda. Doña Virtudes que, con la misma música de la criada, le replica: “Po-bres a-mas/las que tienen que sufrir/a es-tas tru-chas/ de criadas de servir./ Porque si una no tiene/ por las mañanas mucho de acá,/crea usted caballero,/ que la dividen por la mitad “. No fue el de doña Virtudes el único número que se añadió a la Gran Vía. Se añadieron nuevas novedades hasta 1887, que hacían que los espectadores volviesen a ver la obra, cuyo resultado fue una obra diferente a la estrenada.
-. La Gran Vía responde perfectamente al subgénero de” revista” dentro del “género chico”: una simple articulación de escenas, en que se hace un repaso de lo sucedido en los últimos tiempos en Madrid. No se busca una historia que una los sucesos, de modo que el hilo conductor suele ser un personaje que le explica al público lo que está viendo o, como en el caso de “la Gran Vía,” una pareja que va comentando lo que vé.
-. La “Gran Vía “ tiene sólo dos tipos de escenas: la que retratan la ciudad misma, sus calles, sus plazas, sus barriadas marginales y las que nos hablan de las gentes que la habitan. La estructura es episódica y deshilvanada; el planteamiento alegórico y fantástico. Y sin embargo, la visión que se nos ofrece de Madrid no puede ser más cierta: una ciudad donde los grandes proyectos contrastan con el abandono general de las calles y plazas, donde los poderosos viven de la corrupción y todos esperan “ turrón” del Estado. Una ciudad donde los humildes, para sobrevivir, tienen que recurrir a todos los medios. Una ciudad obsesionada con los toros y las diversiones. Una ciudad, en fín, donde todos sus proyectos que nunca se cumplen, y cuando lo hacen es a costa del pobre.
-. En resumen, la Gran Vía es un ejemplo de sátira política y social de gran frescura, que refleja todo una época, con más fidelidad que muchas obras pretendientemente realistas. Con toda dispersión, su tendencia es al chiste fácil y su incoherencia, es un ejemplo de teatro popular que, sin contaminación del sainete costumbrista, que arrastra una una visión moralizadora, llena alguna de las mejores páginas del género chico.
-. Mi recuerdo emocionado a Sélica Pérez de Carpio, que la veo envuelta en graciosa figura en un mantón de grandes flores y empezándose a dolerse de sus desdichas cantando:” Pobre chica…”, en el teatro de la Zarzuela en la década de los 60.
-. La calle Gran Vía nació con bautismo musical, con un alegre y gracioso cambio de ritmo, que entrañaba una idea de una España abierta a la modernidad, por obra de un músico que hizo bailar a los guardias, a los ratas, a los barrenderos, a las modistillas, manolos y chisperos, que deambulaban con paso firme, marchoso y postinero por esa futura Gran Via.