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DEZA: En otra ocasión este mismo tema salió a debate y expresé...

El Defensor del Pueblo ha propuesto que los maestros y educadores sean tratados de usted en los colegios. Yo, que ya peino canas, creía que ya eran tratados de la forma que propone el Defensor; nunca me imaginé que fueran tratados con el tuteo. La educación que he recibido y que me ha enseñado la vida ha sido la del respeto y conocer el lugar que me pertenece respecto a los demás, no por jerarquía, sino por la lógica distancia que ha de haber entre el educador y el educando. A mí, que quizás esté anclado en la educación que recibí y que me enseñó a salvar las distancias, dando el tratamiento que corresponde a los mayores en edad, saber y gobierno, nunca me pareció obsoleta esta costumbre, a pesar de que dicen que tuteo acerca más a las personas.
Dejando a un lado aquellos tratamientos rimbombantes y protocolarios, afortunadamente desaparecidos, como son Vuestra Ilustrísima, Vuecencia, etc, quería hacer esta pequeña reflexión acerca del tuteo y el usteo.
No me imagino a mis compañeros de clase tratando a D. Teófilo, mi profesor de historia, diciéndole: “Teófilo, perdona, pero no me dio tiempo de terminar mi ejercicio”. Seguro que me había vuelto la cara del revés. Eso si, que él siempre nos trataba de usted: “Martínez, suba a la palestra y desarrolle la lección.” En la escuela, el maestro sí que nos solía tutear, pero a ver quien era el guapo que lo hacía recíproco con D. Andrés o D. Jesús; me imagino al primero diciendo: “ ¿cuándo hemos comido en el mismo pesebre?”; y al segundo blandiendo su famoso palo de pizarra, haciéndonos extender la mano, untada con ajo, para-según nuestra costumbre (¿)- atenuar el castigo.
Normalmente utilizaremos el usteo con aquellas personas que no conozcamos, o que nos merezcan un especial respeto por su categoría social o profesional. Si nos tomamos demasiadas confianzas, correremos el riesgo de que nos digan: “ ¿le he autorizado a tutearme?.
Los de mi generación, hace años que tuteamos a nuestros padres, pero no están muy lejanos los días en que les tratábamos de usted, costumbre que todavía se utiliza en algunos lugares, pero ahora la sociedad ha evolucionado con tanta rapidez, que el tuteo se ha convertido en algo normal en muchas situaciones. Cuando la azafata de vuelo nos dice “os damos las gracias por volar con nosotros”, o esos pesados que nos llaman para ofrecernos un nuevo sistema de telefonía, o a los dependientes de un comercio que casi siempre nos tutean, dan ganas de decirles: ¿acaso le he autorizado para que me tutee?.
Por mi profesión cara al público, en muchas ocasiones se me han dirigido con la coletilla de Don, sin duda porque mis antecesores en el cargo eran tratados de este modo, pero, poco a poco fueron desterrando esa costumbre al comprobar que no era de mi agrado.
Me parece sensato que en las escuelas se vuelva al “usted”. A mi entender, creo que un alumno que no aprende a guardar la prudente distancia con la autoridad del profesor, es un alumno sin sentido de ese respeto que tampoco ha de ser exagerado, como cuando nos levantábamos a su entrada en el aula, pero que no se le trate como a un amiguete de botellón.
Un saludo

En otra ocasión este mismo tema salió a debate y expresé mi opinión sobre experiencias profesionales, en las que el superior tuteaba y esperaba ser tratado de usted. Quien desee ser tratado de usted, hágalo él primero, porque si no se estará colocando en una situación de superioridad. Las cosas no son tan sencillas como parecen y el tuteo tiende a generalizarse (nos guste o no). A título de curiosidad expongo los siguientes casos, en los que la arbitrariedad, se pone de manifiesto:

Contaba Juan Cruz (" ¿Seré ministro?", El País, 20 de abril del 2008) que en 1982, recién nombrado Javier Solana ministro de Cultura, en el primer gobierno de Felipe González, un redactor de Radio Nacional fue a entrevistarlo y, antes de empezar, le espetó:
-Javier, ¿en esta entrevista te trato de usted o de tú?
A lo que Solana, con la flema que le caracteriza, le respondió, poniéndolo en su sitio:
-Tráteme usted como quiera.
Muchos años después, durante una cena en El Puerto de Santa María, Fernando Lázaro Carreter, tras su conferencia en uno de los congresos que organizaba la Fundación Luis Goytisolo, comentó que cuando era presidente de la Academia de la Lengua, el entonces ministro Solana se tomaba la libertad de tutearlo, de llamarlo Fernando, lo que no le hacía excesiva gracia, porque no lo conocía de nada. "Estos jóvenes socialistas" desconocen las formas más elementales de la urbanidad, comentaba con sorna.

Un abrazo