Un hombre, que no estaba muy de acuerdo con acudir al trabajo todos los días mientras su mujer se quedaba en casa, oró al Señor:
-Señor, me he pasado toda la vida trabajando y envidio a mi esposa que, mientras yo trabajo, ella permanece todo el día en casa. ¿Por qué no me conviertes en mujer y a ella en hombre, para que sepa qué es el trabajo?
Y Dios le oyó. y le dijo:
-He escuchado tu oración y te voy a complacer. Mañana, cuando te levantes, te verás convertido en mujer y ella en hombre.
Así sucedió, él amaneció mujer y su mujer en hombre.
Convertido en fémina, asumió los trabajos de la casa: se levantó, fue a la cocina y preparó el desayuno, vistió a los niños, les dio el desayuno, los llevó al colegio, volvió a casa y fregó los cacharros, se fue al mercado y compró verdura, pescado y carne esperando una larga cola, pasó por la panadería, peló patatas, limpió la verdura y puso la comida al fuego, pasó la aspiradora, hizo las camas, recogió los juguetes, atendió al perro, puso la lavadora, limpió los suelos y el polvo, los baños, tendió la ropa, planchó cuatro camisas, etc, etc, etc.
Cuando llegó su marido de trabajar, hizo la cena, cenaron y se acostó rendida en la cama. El marido tenía ganas de hacer el amor, pero a ella maldita la gracia que le hizo, aunque hubo de aceptarlo sin ganas.
Entonces volvió a dirigirse a Dios:
-Señor, no sabía que esto de la casa fuera tan duro. Te ruego que me vuelvas de nuevo a mi condición de hombre.
-De acuerdo- dijo el Señor-, pero has de esperar nueve meses.
Saludos.
-Señor, me he pasado toda la vida trabajando y envidio a mi esposa que, mientras yo trabajo, ella permanece todo el día en casa. ¿Por qué no me conviertes en mujer y a ella en hombre, para que sepa qué es el trabajo?
Y Dios le oyó. y le dijo:
-He escuchado tu oración y te voy a complacer. Mañana, cuando te levantes, te verás convertido en mujer y ella en hombre.
Así sucedió, él amaneció mujer y su mujer en hombre.
Convertido en fémina, asumió los trabajos de la casa: se levantó, fue a la cocina y preparó el desayuno, vistió a los niños, les dio el desayuno, los llevó al colegio, volvió a casa y fregó los cacharros, se fue al mercado y compró verdura, pescado y carne esperando una larga cola, pasó por la panadería, peló patatas, limpió la verdura y puso la comida al fuego, pasó la aspiradora, hizo las camas, recogió los juguetes, atendió al perro, puso la lavadora, limpió los suelos y el polvo, los baños, tendió la ropa, planchó cuatro camisas, etc, etc, etc.
Cuando llegó su marido de trabajar, hizo la cena, cenaron y se acostó rendida en la cama. El marido tenía ganas de hacer el amor, pero a ella maldita la gracia que le hizo, aunque hubo de aceptarlo sin ganas.
Entonces volvió a dirigirse a Dios:
-Señor, no sabía que esto de la casa fuera tan duro. Te ruego que me vuelvas de nuevo a mi condición de hombre.
-De acuerdo- dijo el Señor-, pero has de esperar nueve meses.
Saludos.